Revista Invisibles
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Año 8 / Número 28 / Mayo 2020
libros

No hay futuro


La traducción de Tiempo sin lluvia, de Cynan Jones, y la reedición de La sequía, de J.G.Ballard, pueden leerse como dos novelas contemporáneas gracias al ritmo de novedades que ofrece el mercado editorial argentino. Ambas historias narran el vínculo siempre problemático del hombre con la naturaleza, ya sea en clave realista o con elementos de las ficciones distópicas. A la luz del presente, en tiempos de pandemia y escenas apocalípticas, admiten nuevas lecturas.

por Germán Lerzo
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Tiempo sin lluvia
Cynan Jones
Chai editora, 2020

Si estoy bien preparado es porque siempre he pensado en la
totalidad de la vida como una especie de zona de desastre. 


J.G.​Ballard
En estos tiempos de pandemia en que las principales capitales del mundo se vieron diezmadas por el avance de un enemigo invisible, el aislamiento de las personas se presenta como la única estrategia eficaz ante un virus que expuso, de forma inédita, nuestra propia fragilidad. Frente a este panorama, el alejamiento de los grandes centros urbanos revitalizó la idea según la cual vivir en un ambiente natural nos mantendría a salvo de los peligros del mundo desarrollado. Si, al decir de Rousseau, el hombre es esencialmente bueno pero la sociedad lo corrompe, su relación armoniosa con la naturaleza prefigura una salvación posible. Esa entelequia romántica es aquello que la novela Tiempo sin lluvia, del galés Cynan Jones, parece desmentir, acaso sin proponérselo. Mientras la vida en las ciudades vulnera a las personas y se presenta como una fuente inagotable de peligros, la vida en el campo no las alejaría de la amenaza constante, de la fuerza arrolladora con que la naturaleza socava aquella utopía del siglo XVIII. La destrucción y la muerte están en todas partes. La única adversidad real y concreta es aquella que enfrenta al hombre con él mismo, o con los otros.
Tiempo sin lluvia se publicó en 2007. Y este año podemos leer la traducción al castellano a cargo de Esther Cross para Chai Editora. El escritor Cynan Jones construyó una historia donde la descripción siempre está al servicio de la narración: contar un día en la vida del protagonista en una zona rural de Gales, a pocos kilómetros del mar. Desde la primera página, la novela nos transporta a un escenario natural. Gareth ronda los cuarenta años y vive con su familia en una granja que heredó de su padre. En la madrugada, antes de que el sol asome detrás de los cerros, descubre que una de sus vacas preñadas se escapó del establo. Ese es el disparador de la acción, de la búsqueda que ocupa todo el relato, en el que veremos a este granjero caminar por los campos vecinos bajo el sol intenso del verano, tratando de adivinar el destino de un animal perdido. Como un rastreador experimentado, sigue las huellas del terreno: atraviesa campos que muestran los efectos de la sequía, bosques donde un novato perdería el rumbo fácilmente, pantanos que lucen como trofeos el esqueleto de los animales que quedaron atrapados en el fango. Cuando el protagonista está a punto de darse por vencido, y fantasea con que una desgracia reacomode las piezas de su drama personal y familiar, el narrador dice: 
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Se plantea algunas situaciones trágicas, las imágenes lo desbordan y no las puede frenar. Son como oleadas y tiene que remontarlas como un hombre en el mar. Se dice que no hay que creer en el destino, que hay que tener cuidado con lo que deseamos. (…) Sabe que no tiene que ponerse así. No tiene que dejar que lo domine la oscuridad, esa gran nube agobiante e insaciable de displicencia, de la falta de deseo. Ese es el enemigo que hay que combatir hasta el final.
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Gareth no se detiene, sigue la marcha hasta el final del día, aunque ignora ese destino que el narrador nos revela en dosis mínimas, alternando el punto de vista en la voz de los diferentes personajes. La descripción del paisaje se combina con las secuencias narrativas que construyen, en segundo plano, el vínculo del protagonista con su padre, la crisis del matrimonio con su mujer, sus proyectos futuros cuando el cuerpo no le permita ocuparse de la tierra, y la relación con sus hijos. Poco a poco nos damos cuenta que el mundo animal, salvaje, que los rodea, funciona como un reflejo de la vida de los personajes, y la naturaleza nunca deja de ser una amenaza latente. El medio ambiente no los determina, les ofrece un escenario donde ellos pueden construir su destino con las reglas que la naturaleza impone.  
En ese viaje de búsqueda donde el protagonista debe sortear diversos obstáculos, vemos en realidad a un hombre perdido en la mitad de su vida, que ha estado buscándose a sí mismo, en un espacio donde todo puede desmoronarse en el instante menos pensado o mantenerse en pie por el delicado equilibro de las cosas. Las carrocerías abandonadas de los tractores que los granjeros no pudieron reemplazar y los campos hipotecados por préstamos impagables son ejemplos de que la especulación financiera y la competencia productiva tienen allí los mismos efectos devastadores que en la ciudad. Tiempo sin lluvia no es por eso una distopía del futuro próximo. Es un relato del presente que se parece bastante al futuro en que vivimos. Su autor, Cynan Jones, no necesitó más que combinar los elementos imprescindibles para construir una trama tan simple como perfecta.
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La sequía, novela de J.G.Ballard publicada en 1965, que editorial Fiordo reeditó en 2019 con traducción de Luis Domènech, puede leerse a contraluz de Tiempo sin lluvia. Narrada en clave futurista y apocalíptica, ese estilo que Ballard supo cultivar mejor que nadie, la historia transcurre en Hamilton, un pueblo costero de Mount Royal, que sufre los efectos de una sequía mundial tras cinco meses sin lluvias. Los lagos y ríos dejaron al descubierto lechos de arena y dunas de sal, en los que apenas corren hilos de agua entre la estructura de los embarcaciones encalladas. La mayoría de los habitantes abandonó sus casas en dirección a la costa. El Doctor Ransom, protagonista de esta historia, recorre los últimos vestigios de este pueblo fantasma detenido en el tiempo que arde, literalmente, en llamas: las casas abandonadas fueron incendiadas por sus antiguos moradores antes de partir. Este hombre de temperamento tranquilo, que el narrador nunca nos presenta con las características del héroe novelesco, atraviesa las calles vacías, analiza las pocas opciones que tiene para sobrevivir, conversa con algunos amigos que se resisten al éxodo: “Pronto cada uno de ellos sería literalmente una isla en un archipiélago, donde el tiempo se había secado”. A medida que avanza y sortea los peligros que se le presentan, observa los últimos vestigios del mundo que había conocido. Su deriva lo lleva hasta el zoológico del pueblo; los gritos viscerales de los animales robotan en las paredes de cemento. Algunas jaulas están vacías. En un establo ve un camello muerto. Al lado, un enorme oso se frota contra los barrotes de su jaula. Dos leopardos cautivos se mueven en círculos. Ransom se cruza con una joven que parece velar por ellos. Pregunta qué harán con los animales: "algunos serán liberados y otros serán sacrificados para evitar el pánico", le dice ella.
​Todo lo que sucede anticipa un apocalipsis en miniatura, donde la frontera entre el bien y el mal se torna difusa en la lucha por la vida. Pero Ransom nunca pierde la calma: “Si estoy bien preparado es porque siempre he pensado en la totalidad de la vida como una especie de zona de desastre”, sostiene.
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La sequía J.G.Ballard Editorial Fiordo, 2019
Si en Tiempo sin lluvia la historia nos presenta los efectos de la naturaleza sobre la vida de los hombres, La sequía es su contracara: muestra los efectos de los hombres sobre la naturaleza. Y cuando se descubre el origen de esos efectos, ya es demasiado tarde para detener el daño.

En la superficie de los océanos, una delgada pero resistente película monomolecular, formada por una larga cadena de polímeros saturados, productos de las enormes cantidades de desechos industriales que se habían descargado en los océanos en el último medio siglo, cubría las aguas continentales del mundo… Esta membrana tensa, permeable al oxígeno, separaba el agua del aire, e impedía toda posible evaporación.

​A esta diferencia en la trama argumental, se suma otra. Tiempo sin lluvia narra la odisea personal de un solo hombre contra su propio entorno. La sequía, en cambio, evoca esa lucha colectiva de la épica antigua frente a los obstáculos que se presentan en el camino del protagonista. Por eso Ransom decide finalmente partir hacia la costa con un grupo reducido de personas. Allí, las tiendas precarias y las casillas de madera son el refugio improvisado de la multitud que llegó hasta la playa, donde pequeños grupos de colonias están rigurosamente vigiladas, y se extienden más allá de las dunas. El ejército y la policía impiden el contacto con el mar y custodian los galpones de las destilerías de agua potable. Entre la primera parte de la novela y la segunda, han transcurrido diez años. En ese tiempo, se libró una guerra sangrienta entre los hombres. Pero nada parece haber cambiado mucho, salvo el instinto de supervivencia. Los hombres cubren su cuerpo con pieles de lobos marinos y sus armas son huesos de ballenas. Los días son iguales y ellos parecen detenidos en el tiempo, a la espera de una salvación que siempre se posterga: 
Como todos los purgatorios, la playa era una zona de espera, y las interminables zonas de sal húmeda estaban succionándolos y reduciéndolos al núcleo más duro de ellos mismos. Estos nodos de identidad centelleaban a la luz del limbo, la zona de nada que esperaba que ellos se disolvieran y derritieran como los cristales que se secaban al sol. (…) La playa era una zona sin tiempo, suspendida en un intervalo interminable, tan flácido y resistente como las dunas mismas. En la playa, el tiempo no estaba ausente, sino inmovilizado.

​​En ese párrafo podría leerse la clave de la historia. El castigo que deben enfrentar los hombres no es otro más que el de la espera. Inmersos en esa pausa temporal en que la vida parece haberse detenido para siempre, ese umbral donde reposan los cuerpos -donde cada día es igual a otro y parece imposible encontrar una salida- funciona como una suerte de purgatorio en el que nada tiene sentido ni puede modificarse, al igual que el futuro que les ha tocado en suerte, cuando la única esperanza es seguir el camino de las bestias.

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