Año 6 / Número 23 / Septiembre 2018
Apuntes sobre The Deuce
La nueva serie de David Simon, creador de The Wire, que se emite por HBO, retrata el principio de los años `70 en Manhattan, a través del negocio de la prostitución, la corrupción policial y la vida nocturna de consumidores y outsiders. Un mundo en plena transformación con la mejor narrativa de Tv.
Que estamos en la edad de oro de las series de TV es un hecho que pocos podrían cuestionar. Y que desde hace años la empresa Netflix ha monopolizado el negocio lucrativo del streaming es otro dato que no se puede dejar de lado. Sin embargo, la variada oferta existente en el mercado de las series de TV no empieza ni termina con Netflix. El servicio de televisión bajo demanda de Hulu tiene entre sus ofertas la gran The Handmaids Tale, basada en una novela de Margaret Atwood, que terminó recientemente su segunda temporada y cuenta con la multifacética Elisabeth Moss en el rol protagónico. Por su parte, la cadena HBO, que también lidera esta competencia por atraer al espectador ansioso de novedades y recaudar cifras incalculables de dinero contante y sonante, emitió este año la primera gran temporada de Succession, que gira en torno a las peleas intrafamiliares para heredar un imperio de medios de comunicación. A esta se suma The Deuce, que cosechó un enorme éxito el año pasado con su primera temporada, y este mes comenzó la segunda, confirmando el estilo narrativo que la caracteriza.
The Deuce es una creación de David Simon, quien fuera responsable de The Wire, acaso la mejor serie de todos los tiempos para los amantes de este formato. El sello que Simon logra imprimir a esta nueva serie ambientada en la ciudad de Manhattan a principio de los años 70, donde se cuenta el mundo de la prostitución y el inicio de la industria pornográfica, es una marca de estilo en la que el tempo narrativo no va detrás de los golpes de efecto ni de la velocidad de la acción. El objetivo de Simon parece tomar otros rumbos –en el que lo secunda George Pelecanos, también guionista de The Wire–: representar una época de grandes cambios políticos, sociales y culturales, que ya mostraba los signos de su declinación, a través del negocio en decadencia de los proxenetas, de la mafia sindical neoyorkina y de la corrupción policial que maneja las calles de Brooklyn, en las que solo permite aquello por lo que recibe su parte de las ganancias que deja la ilegalidad.
The Deuce es una creación de David Simon, quien fuera responsable de The Wire, acaso la mejor serie de todos los tiempos para los amantes de este formato. El sello que Simon logra imprimir a esta nueva serie ambientada en la ciudad de Manhattan a principio de los años 70, donde se cuenta el mundo de la prostitución y el inicio de la industria pornográfica, es una marca de estilo en la que el tempo narrativo no va detrás de los golpes de efecto ni de la velocidad de la acción. El objetivo de Simon parece tomar otros rumbos –en el que lo secunda George Pelecanos, también guionista de The Wire–: representar una época de grandes cambios políticos, sociales y culturales, que ya mostraba los signos de su declinación, a través del negocio en decadencia de los proxenetas, de la mafia sindical neoyorkina y de la corrupción policial que maneja las calles de Brooklyn, en las que solo permite aquello por lo que recibe su parte de las ganancias que deja la ilegalidad.
The Deuce cuenta con la participación de James Franco, en el doble papel protagónico de Vinnie, un barman carismático que encontró la forma de convertir en éxito un bar al que no iba nadie, y su hermano gemelo, Frankie, un apostador compulsivo que está tapado de deudas y tiene problemas con la mafia del juego. La gran Maggie Gyllenhaal interpreta a Eileen, una prostituta que trabaja sola, sin chulos ni protectores nocturnos, quien encuentra en la posibilidad de comenzar a dirigir películas triple X, una salvación para escapar de ese submundo. Ambos representan una parte menor pero fundamental del gran abanico de personajes que ocupan esta historia. El guion logra darle a cada uno su cuota de protagonismo, y cada historia vale por la forma en que contrasta o se complementa con la de los otros que lo rodean y lo hacen posible. Desde luego que hay personajes más humanos que otros, sin embargo todos operan según la lógica de la supervivencia, la necesidad o el egoísmo más rancio. Y la interdependencia dentro de ese mundo permite el funcionamiento de ese universo (ficcional). Todo está atomizado en este fresco de época donde los personajes se cruzan por los mismos espacios, los mismos bares y las mismas calles en las que transcurre su vida. Si al pueblo chico le corresponde un infierno grande, lo mismo le depara a esta ciudad antes de su colapso definitivo o de su salvación, cuando la decisión política de limpiar las calles cambiará el estilo de vida en el que encontraron una forma de subsistir y obtener ganancia. La lógica de este sistema supone que para que todo reporte un beneficio, hay que dejar hacer y dejar pasar. El círculo de los proxenetas, la mafia policial, el negocio de los dealers y de los consumidores de sexo se cruzan permanentemente, pero cada uno no interfiere más que como testigo privilegiado de los resortes que dinamizan cada una de estas partes del sistema. Y cuando el elemento desordenante y desestabilizador irrumpe, viene desde afuera. El loco, el criminal, es alguien que sólo puede actuar por su propia cuenta, como un ente aislado.
La reconstrucción de época tiene en la escenografía de locaciones y calles -siempre repletas de basura, con una agitada vida nocturna, tal como se veía en Taxi driver, acaso el modelo que parece seguir The Deuce- uno de los puntos más logrados de la serie. El realismo mimético se conjuga a la perfección en la caracterización de personajes y en la puesta en escena. Así, el interior y el exterior cumplen la misma función que el temperamento psicológico de los personajes como la acción que los define en la vía pública.
Vale decir que el tratamiento de los años `70 que hay en esta obra de David Simon no cae en una mirada nostálgica de aquellos años de libertad sexual, previos a la llegada del HIV, ni en una perspectiva moralista que juzga al mismo tiempo que muestra. El mayor logro de The deuce acaso sea el de mostrar aquella época desde la mentalidad de ese momento, sin un punto de vista actual y retrospectivo, haciendo hincapié en los detalles que aportan sentido al cuadro general que evocan. Sin golpes de efecto, ni tensiones efímeras. Acaso todo lo que se le puede pedir a una historia bien contada.
Vale decir que el tratamiento de los años `70 que hay en esta obra de David Simon no cae en una mirada nostálgica de aquellos años de libertad sexual, previos a la llegada del HIV, ni en una perspectiva moralista que juzga al mismo tiempo que muestra. El mayor logro de The deuce acaso sea el de mostrar aquella época desde la mentalidad de ese momento, sin un punto de vista actual y retrospectivo, haciendo hincapié en los detalles que aportan sentido al cuadro general que evocan. Sin golpes de efecto, ni tensiones efímeras. Acaso todo lo que se le puede pedir a una historia bien contada.