Revista Invisibles
  • HOME
  • Números Anteriores
  • Staff
Año 8 / Número 28 / Mayo 2020
Ensayo

"Hoy pensé que mi religión es la verdad y el futuro"*


“Es necesario ser absolutamente moderno” fue uno de los imperativos de vida de Sergio De Loof (1962-2020), ese artista al que la primavera democrática de los años ochenta y noventa le dio un marco cultural de libertad y posibilidad. Diseñador, ambientador o poeta, ninguna categoría lo define con certeza. En este ensayo, una integrante del equipo del Museo de Arte Moderno que trabajó con De Loof en su exposición antológica “Sentiste hablar de mi?”, analiza los textos que escribió en sus cuadernos: poemas, fragmentos e instantes de vida de un artista a quien las palabras le quemaban los dedos.

Por Belén Coluccio**
Imagen
Tapas de los cuadernos de Sergio de Loof. Foto gentileza de Mariano Franze

 me encantan las palabras, por ejemplo
Todas
 
Sergio De Loof, Café dos mundos, 1998

Que la muerte de Sergio De Loof haya ocurrido en pleno aislamiento obligatorio fue algo extraño. De todas maneras, su última voluntad fue que no hubiera ni fiesta ni velorio en su honor, sino que simplemente se lo cremara y sus cenizas se dispersaran en la playa de Río de Janeiro, frente al hotel Copacabana Palace, su último lugar preferido en el mundo. Que la vida de uno de los artistas más inquietos que tuvo esta ciudad termine en la quietud y el silencio suena a paradoja del destino. Pero quizás sea este silencio necesario para estudiar su obra, profusa, sensible y de aguda complejidad. Afortunadamente Sergio De Loof dejó un archivo oceánico de toda su vida y su carrera construido por él mismo a lo largo de los años. Desprolijo, mal conservado, desordenado pero allí está[1]. Un archivo compuesto por varias cajas de fotos, postales, vhs, algunas piezas de indumentaria y un importante cuerpo de cuadernos y agendas que son los que ocupan el mayor volumen. En cientos de ellos y otras tantas hojas sueltas, desde su juventud hasta sus últimos días, Sergio De Loof escribió las palabras en las que vivía a cada minuto.
Los cuadernos están sucios, tienen olor a cigarrillo o manchas de café. Han estado muy cerca del cuerpo. Sus amigos de la escuela de Bellas Artes, quienes lo conocieron a principios de los ‘80, lo recuerdan divertido, peleador, y siempre anotando cosas en sus cuadernos. Y hasta poco antes de su muerte el pasado 22 de marzo, podía suceder que De Loof estuviera conversando con alguien y de pronto, con urgencia y también con placer despótico, le dijera: “Dame una lapicera” o “Mirá, agarrá mi bolso y sacá el cuaderno” o bien “Para, para, pará, anotá, anotá esto”. Mientras decía así, agitaba las manos como quién acaba de quemarse con el horno: a De Loof las palabras le quemaban los dedos. Llevaba siempre un bolso donde casi lo único que tenía adentro era un cuaderno  (siempre uno distinto porque los acababa rapidísimo) y un manojo de fibrones, lapiceras y lápices rodando en el fondo. Con suerte, una botella de whisky.
Buen día tristeza
tengo hambre
necesito un café fuerte y un cigarillo
tal vez me de una ducha a eso de las 11 pero recién son las 8
hoy podría caminar por Buenos Aires, es la ciudad más hermosa del mundo
pero va a hacer calor y es la ciudad más horrible del mundo
aunque tengo cigarillos y cuando tengo cigarillos nada importa
puedo esperar
las 9, las 10, las 11, las 12 y almorzar a la una
las 2, las 3, las 4, 5 6 7 8
que es mas o menos la hora en que mi amor puede pensar en llamarme

(...)

buen día, mi amor
tengo ganas de vomitar la cena en estas páginas
Chopin es tan parecido a todo
es tan ideal
para esta mañana que dan ganas de llorar
y el pantalón blanco está sucio
 
(...)

Los días así, son largos
los minutos son guerras de insignificantes pensamientos
las horas
el silencio de las horas
es ensordecedor
me muevo por la casa, entre muebles barnizados
buen dia, muerte


(c.1986)
​Cuadernos de contaduría con tapas de cuero, cuadernos de legajos, cuadernos espiralados, cuadernos Rivadavia. En sus páginas De Loof anotaba ideas para sus obras, bares y desfiles, nombres de las personas que amaba, envidiaba, admiraba o de las que necesitaba un favor, de aquellos objetos que debía reunir para hacer realidad su próxima obsesión artística, o simplemente palabras de las que disfrutaba su sonido y repetía en voz alta varias veces antes de dibujar en el papel. Su caligrafía tenía la particularidad de mostrarse apresurada, férvida y al mismo tiempo esmerada, muy precisa, como si cada rulo de las letras fuese el detalle ornamental de una fachada. De Loof trataba a las palabras como si ellas tuviesen dones taumatúrgicos. Lo escrito, una vez escrito, existía. Reparaba la desolación de un corazón que sintió muy joven el rechazo de amar a quien no debía. Calmaba la ansiedad de quien temía no encontrar jamás reconocimiento. Entonces las palabras, una vez escritas, pasaban a habitar un espacio imaginario donde colocaba todo lo que consideraba suyo, su obra, su modo de ser “muy De Loof”. 
Imagen
Cuaderno de Sergio De Loof, 2009. Fundación IDA. Fondo De Loof
“No debe amanecer” escribió con lápiz en uno de sus primeros cuadernos. Repitió la frase en el renglón siguiente y en toda una doble página. Era el año ‘86 u ‘87 y De Loof recién había regresado de residir unos meses en Córdoba donde había presentado una versión teatral de El Cairo, que ese año reversionaría en una película en Súper 8. Todavía faltaban unos años para la apertura del bar Bolivia, ese lugar mítico de la noche porteña, y para El Dorado, Morocco, Ave Porco, Club Caniche, templos para noctámbulos que De Loof ideó, decoró o animó durante la controvertida década de los ‘90. Pero ya en ese cuaderno del ‘86  De Loof intentaba, copiando a mano muchas veces la misma frase, resguardar la noche con una suerte de encantamiento. Quizás buscaba perpetuar en el tiempo aquella libertad que la noche de postdictadura les dio a los jóvenes vanguardistas, amantes, gays, artistas, alocados... Algún efecto debe haber tenido ese encantamiento porque la noche que vivió De Loof junto a tantos otros y otras parece enorme desde del presente con sus innumerables lugares, personas, eventos, desfiles, obras. Algunos de ellos, por ejemplo “Latina Winter and Cottolengo Fashion” y “Pieles Maravillosas”, dos desfiles que De Loof hizo 1989 y 1990[2],  quedaron registrados en cintas de vhs y se mantuvieron debajo de la cama de Sergio en su casa de Hudson durante casi tres décadas. Mientras tanto, nunca paró de hacer obra, en el formato que fuera, ni de cultivar su figura, hasta que una y la otra se fundieron y dieron lugar a malentendidos maravillosos, incomodidades varias y grandes problemas de clasificación dentro de los misteriosos terrenos de lo que es y no es arte. Y aunque sus bares y discotecas y sus desfiles tuvieron mayor fama, durante 35 años de carrera, De Loof cosechó un buen puñado de publicaciones literarias, entre ellas, el libro Panadería y Confitería “La Moderna” que editó su amigo Marcelo Franco en 2001, bajo el sello editorial inventado “Hombres inquietos”, y algunos poemas y escritos en las revistas ramona y Belleza y Felicidad. Su relación con las palabras condujo, además, muchas de su producciones, desde sus intervenciones en la revista Wipe, donde logró una síntesis tan confusa y elocuente entre sintagma e imagen que podríamos decir que eran pre-memes, ​hasta los posteos en su muro de Facebook, que también concibió como obra y tituló “Revolución”. 
Imagen
Posteo de Sergio de Loof en su muro de Facebook
De Loof escribió siempre, y en sus cuadernos el límite entre diario íntimo y obra es difuso. Sus primeras lecturas fueron fundamentales para el posterior desarrollo de su estilo: las enciclopedias Viscontea, Lo sé todo, la Pinacoteca de los Genios y otras nobles colecciones de cultura general que estaban la casas de toda familias de clase media trabajadora, como era la familia De Loof.[3] Más tarde, el joven Sergio admiró a Rimbaud y a Baudelaire, quizás a través de esas osadas ediciones del Centro Editor de América Latina. En el mismo cuaderno de 1986 donde había escrito “No debe amanecer”, copió: “Es necesario ser absolutamente moderno”, la famosa frase de Rimbaud. De Loof interpretaba ese imperativo de a ser moderno como un llamado a vivir de una manera distinta, y hacerlo públicamente, en los bares, en las calles, en los espacios de cultura.  Un deseo que De Loof compartía con muchos otros jóvenes de su generación que encontraron la inauguración de un tiempo nuevo con la recuperación de la democracia pero que no se sentían cómodos en el punk, el rock y la destrucción que dominaba gran parte del under. Ser moderno comportaba, en ese momento, una suavidad con el mundo. 

que hago con la belleza
deseo
la deseo
no la poseo
la veo, me encanta
me da ganas de vivir
y de matarme
​

(c.2001)
Los modernos encontraban la belleza en la ciudad, en el roce amable con la multitud. Esta idea resonaba todavía en enero de 2020 cuando De Loof tenía que elegir unas frases para estampar en remeras que se colgarían en la tienda de su muestra ya inaugurada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Para facilitarle la tarea, le acercaron algunas frases tomadas de sus propios cuadernos o de conversaciones privadas (como aquella vez que su curadora Lucrecia Palacios le preguntó por chat cómo estaba y De Loof le respondió “TOP DE ONDA / MAL DE PLATA”, en una cita inadvertida, pero muy significativa a Federico Manuel Peralta Ramos). Pero De Loof desechó esas frases con la justificación de que eran muy largas “para leerlas cuando caminas por la calle” y propuso estampar palabras sueltas como HOLA!, CHAU!, YO, HOMO, HETERO, LESBIANA, OK, STOP, HOY, MAÑANA. Imaginaba que la remera era un artilugio para iniciar una conversación, como si intentara solucionar el problema que tuvo Baudelaire en el poema “À une passante”. La palabra, esta vez llevada en el pecho, era una invitación al encuentro entre dos personas y con suerte, al romance. Lo que De Loof entendía y profesaba por moderno era que el arte fuera como tener una conversación. “Escribir es como hablar; mejor todavía, es como hablarle a alguien”, dice Claudio Iglesias[4] refiriéndose a las primeras producciones de Cecilia Pavón y Fernanda Laguna en Belleza y Felicidad, proyecto para el cual De Loof fue una influencia fundamental. Al igual que en la poesía de Pavón y Laguna, y en cierto modo en gran parte de la poesía de los 2000, lo que De Loof escribía siempre estaba dirigido a alguien. Cuando su condición psicofísica se lo permitía, manejaba un nivel de conciencia, astucia y suspicacia en la conversación que, además de su principal herramienta de seducción, fue otro soporte de su obra. En su página web[5], puesta en funcionamiento gracias a Mariano Franze, incluyó la sección “Obras: hablados y escritos” donde quería dejar asentadas algunas de sus frases más usadas, más ingeniosas, aquellas que describían su forma de hablar:  
​
“Basta con el tema de mis faltas de ortografía no me voy a poner a estudiar ahora y además no retengo lo que aprendo !!!!!!!!!!!!!! tienen que leerme así como escribo. No quiero  disfrazarme de nadie así soy yo este es uno de tantos defectos que debo tener, no tengo tiempo, aceptenme así, no voy a ir a la nocturna. Escribo fonéticamente! De Loof 2018” 
Imagen
Cuaderno de Sergio De Loof, 2009. Fundación IDA. Fondo Sergio De Loof
El reconocimiento de su escritura como obra le debe haber llegado a De Loof alrededor de los 2000. En ese momento, empujado quizás por la necesidad económica y la falta de trabajo, comenzó a considerar sus cuadernos y escritos confesionales como objetos a ser vendidos a coleccionistas o regalados para devolver favores (la dueña de uno de esos cuadernos confesó consultarlo como un oráculo en los tiempos difíciles, abriéndolo en cualquier página y buscando en ella una clave). ​Antes, en el ‘98, De Loof se hizo amigo de Cecilia Pavón, quien lo ayudó a armar Café dos mundos una muestra en la Fundación Banco Patricios que incluía unas hojas pegadas en la pared con textos tipeados en máquina de escribir.  

Hoy pensé que mi religión es la verdad y el futuro y he reinventado a Cristo y es puto - adora el arte - adora las plumas - las discotecas - los hombres bellos - y el mar
​

(“Café dos mundos”, 1998)
La escena se recoge en Una Historia del trash rococó, la película de Miguel Mitlag donde Pavón explica: “Todo empezó cuando Sergio escribió unas palabras sueltas. Por ejemplo la palabra “perfumero”, después la palabra “lana” (...) en su casa tiene hojas con palabras que las cuelga y las mira (...) y yo dije, ‘eso es poesía’. Después me leyó unas cosas que había escrito, frases, y estaban buenas (...) él nunca tuvo pretensiones de escribir, escribe porque le sale. Como pensamientos, muy sincero e intensos (...) es tan autobiográfico que ya pierde el carácter de realidad, no importa si es verdad o mentira, lo importante es que alguien esté diciendo eso”.​
Imagen
Cuaderno de Sergio De Loof 2009. Fundación IDA. Fondo De Loof
Dentro de estos textos que De Loof escribía y Pavón reconoció como poemas, hay varios que podrían pertenecer al género “poemas de amor”. Quienes conocieron en detalle la vida privada del artista podrían identificar a quien dedicaba cada escrito. Pero si se leen estos textos sin aquella información, pareciera que De Loof siempre se dirige a un único varón. A lo largo de cientos de páginas se dispersan los reclamos de un enamorado al Amor que nunca le corresponde. Como explica Pavón, lo que interesa de estos poemas es que alguien pueda amar y escribir así, dramáticamente. 
​
No entiendo 
ha concluido
el torrente
de llanto
crei morir
y estoy cantando 
a tu nombre
otra vez, a pesar tuyo
por orden de Dios
te amo

(c.1986)

*
celos
más moderno que yo
mas loco que yo
mas vanguardista que yo
más rico
más irrespetuoso 
impertinente

(c.2001)

*
me gustas
sos hermoso
estoy loco
quiero gustarte y que me lo digas
te adoro
quiero acabarte en la cara
quiero tomar tu semen
chuparte el culo
besarte todo
como te amo!
estoy caliente
mucho

(c.2003)

*
que no es ni va a ser jamás
que el no, no, para nada
no es, no va a ser
no el no
me equivoqué
no
que mal que estoy
que loco que estoy
que desubicado
no
no era él
él está pensando en cualquier otra cosa
no es él
yo no existo para él
ni como una posibilidad
no
qué horror cómo pude ser tan ciego
no él no era 
no es
no ahora lo puedo ver
no
no no no no 
no
y no quiero volver a dudar
no
no era, no
es no lo va a ser

(c.2001)


*

Penas de amor
Pronto! Socorro!
Guardia primeros auxilios
alivio
consuelo
cariño
compasión

(c.2003)

*

ahora estas con ella en la cama
hicieron el amor
yo te hice un templo
(...)
no me amas
no me deseas 
no me elegis
no me preferís
no me salvás
no me ves

*

parte, vete, aléjate
rápido corre
no dejes nada
desaparece 
esfúmate
cuando llegues a la esquina, doblá
ya confundete
mezclate con la multitud
muere
húndete
esparcete
no seas un rumor
ni un nombre
olvidate

yo permaneceré quieto
(sin esperar)
nada
dormiré
despertaré
borraré la evidencia
destruiré todo indicio
quemaré el lugar

sobreviviremos
te lo juro
y un dia 
ni nosotros
seremos
nosotros 

(c.2001)

Imagen
Sergio De Loof, c 1993. Fundación IDA. Fondo De Loof.
​Otro género que De Loof cultivó son las listas, uno de los formatos quizás más explorados por la poesía argentina (¿porteña?) de los 2000. Las listas empezaban como la lista de compras de la casa o de tareas para su próximo emprendimiento y podían tener diferentes versiones. A veces, como listas de sinónimos que intentaban rodear una sensación. Si esa sensación era capturada en una palabra exacta podía hacer una lista de repetición de esa palabra, como un ejercicio mántrico o religioso, definitivamente espiritual. Por último, la lista podría ser la expresión o el puntapié de una deriva, un perderse por el mundo de lo sensible y el pensamiento imparable para volver a iniciar la búsqueda desesperada de lo preciso. Había algo muy sexual en esa forma de De Loof de tratar la palabra y por eso, muy viva. Lo orgásmico lo alcanzaba al lograr pronunciar esa palabra completa y dibujarla en el aire, para que liberara su energía y se inscribiera para siempre en ese espacio imaginario y propio que construía. 
​loco
tirano
héroe
salvaje
Río
América Latina 
Perfecto
impecable
gladiolo
brutal
fatal
abandono
Europa
Vanidad
Melancolía
Romanticismo
La sensación de la temporada 
entusiasmo

(c.2003)

*
servicio
excelente
super
remera de mis perros
sensible
solo (triste)
gustar
enamorado
no te puedo olvidar
sos un amor
un sol
una estrella
banquetas
árboles - verde
floreros
auriculares
ordinaria

(c.2003)

*
me aburre, se va
arruinando todo.
Se va muriendo el espíritu
alegre-loco-vivo
feliz-enamorado
gay-divertido
como es?
soy yo
juro que no

(c.2003)
Imagen
«Hoy». Poema de Sergio De Loof, por Larga Ediciones, 1991. Fundación IDA.
​En los meses de invierno del año pasado De Loof estaba nervioso por su muestra que se inauguraría en el mes de noviembre en el Moderno. Tenía muchas ideas y empezaba a darse cuenta que no todas eran realizables. En una madrugada de insomnio buscó ayuda en Facebook y su amiga Marula Di Como, residente en Berlín, le dio un consejo certero, algo así como su propia medicina. Le dijo que escribiera un poema con todo aquello que iba a quedar afuera de la muestra, que hiciera una lista. Entonces, todas esas cosas estarían adentro. A De Loof le pareció una solución maravillosa y escribió un poema que es una lista larguísima que será editado en el libro que el Moderno prepara para acompañar su exposición[6]. El poema se titula “Carpa beduina” y es la manera en que De Loof nombró finalmente ese lugar que imaginaba y donde colgaba las palabras que dibujaba en el aire. Allí se debe haber ido, no al cielo ni al infierno, sino a su carpa beduina que tanto preparó.
Imagen
Cuaderno de Sergio De Loof, 1986. Ph Viviana Gil. Fundación IDA. Fondo De Loof

* Este texto fue escrito en base a la investigación que realizamos junto a Lucrecia Palacios en el marco de la exposición “¿Sentiste hablar de mi?” de Sergio de Loof, inaugurada el 28 de noviembre de 2019 en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

** Belén Coluccio es Licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires. Desde 2017 trabaja en distintos proyectos del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires como "Una historia de la imaginación en la Argentina" y "Sergio de Loof: ¿Sentiste hablar de mi?", donde se desempeñó como asistente de curaduría. También es directora de teatro y danza. Escribe ensayos y críticas de arte. 

Notas

1.  Afortunadamente en 2016 Sergio De Loof donó todo su archivo personal a la Fundación IDA quién desde entonces realiza una importante tarea de restauración y catalogación del material para su estudio y conservación. 
2. Ambos registros pueden verse actualmente en el canal de YouTube del Moderno. 
3. Como estudió Mariana Cerviño, el artista paradigmático de los ‘90 es aquel que llega desde el conurbano a la Capital y viene de una familia clase media o clase media baja no intelectual, en cuya casa no hubo biblioteca. Para reemplazar su falta de prosapia estos artistas son empedernidos y aplicados en su obra, como lo indica esa letra cursiva tan escolarmente esmerada de De Loof.
4. Iglesias, Claudio, Corazón y realidad, Consonni, Bilbao, 2018, p. 124. El autor también describe las muestras de la galería Belleza y felicidad de una manera que me hace pensar en las hojas de De Loof : “Cómo extraño esas paredes escritas en rotulador. Nombres de artistas y tantas otras cosas anotadas en cursiva desprolija: deseos, sueños, pesadillas, momentos de euforia y de tristeza. La pared normal en una muestra de artistas de Belleza y felicidad siempre estaba anotada con rotulador o lápiz, de esta forma algo chocante”, pg. 98.   
5. sergiodeloof.com.ar

6. De pronta publicación. Un podcast sobre el proceso de trabajo y adelanto de los contenidos del libro está disponible en el canal de YouTube del Moderno. 

 

​Revista Invisibles es un un proyecto autogestionado de lectura gratuita que no recibe subsidios de organismos públicos ni publicidad. Durante ocho años pudimos llevar adelante el proyecto de esta manera. Pero en estos momentos necesitamos de tu colaboración para que la revista se siga publicando.
​¡Muchas gracias por tu aporte!
Donar $100
Donar $300
Con tecnología de Crea tu propio sitio web con las plantillas personalizables.
  • HOME
  • Números Anteriores
  • Staff