Año 8 / Número 28 / Mayo 2020
La mujer sin género
En los años treinta, cuando la industria cinematográfica en Hollywood era un imperio de hombres, censura y galanes recios, una mujer, que nunca aceptó el molde de los estereotipos femeninos, escribió, actuó y dirigió sus propias películas, y vivió de acuerdo a sus principios. Revisamos aquí la obra y el legado de Mae West, la mujer que alguna vez declaró: “Cuando soy buena, soy muy buena. Cuando soy mala, soy mejor".
Yo fui una chica mala con un buen corazón. No creo que las cosas hayan cambiado mucho. Es todavía un mundo de hombres, con hombres haciendo las reglas que más les convienen. ¿Qué hora ha sido mejor para las mujeres? Creo que antes había cosas muy buenas. La mujer solía ser un premio muy grande para el hombre, y la cortejaban más. Pero más allá de las circunstancias o las modas, está uno mismo, es uno mismo el dueño de su vida. Tienes que tener los nervios calmos y ser valiente. Yo agradezco haber tenido esas cualidades. Siempre hice lo que quería hacer. Fui una original. Y parte del secreto fue no prestar mucha atención a las necesidades e ideas de los demás o a los mandatos de época.
Mae West llegó a ser, en 1934, la figura mejor paga de Paramount Pictures. Mantuvo el control de su personaje a través de la escritura de los guiones que interpretaba, la elección de sus coprotagonistas y el trazado de estrategias de difusión mediática. Su talento performático la transformó en musa de la cultura popular de su época (son legendarias sus apariciones en cortos de Disney, los hermanos Fleischer, etc.) y en ícono de la comunidad gay, sobre todo desde que Salvador Dalí le dedicara una de sus obras más conocidas. Siguió jugando a la mujer fatal cuando ya había pasado los 70 años y grababa, con una voz que casi no había perdido potencia, temas de The Beatles y The Doors. El derrotero artístico (siempre entreverado con la biografía real) de Mae West podría adjudicarse a un hombre sin que nadie sospechara. En épocas en las que sus sucesoras apelan a acciones como el –cada vez más cuestionado- #metoo con el fin de hacer justicia entre los géneros, el halo de la mujer a la que se le podría atribuir haber inventado la noción de “sex toy” aplicada a los varones, cobra un brillo más potente que nunca antes.
“Siempre me fascinaron las prisiones y las instituciones psiquiátricas”
A diferencia de las divas que Hollywood exportó después, no destacó por la esbeltez (medía poco más de un metro y medio, usaba plataformas de 15 centímetros y faja), ni por la belleza deslumbrante o la juventud (su primer papel protagónico fue cerca de los 40 años). Pero su mayor distinción respecto de casi todo el resto de las estrellas producidas por el cine norteamericano pasa por una carrera que va en contra de los supuestos femeninos hegemónicos. “Muy pocos tenemos la oportunidad de vivir nuestras fantasías. Una actriz puede tener esa suerte. Ser actriz y escritora es la mejor situación para alguien que desee algo así. No hay como escribir la pieza que vas a interpretar. –Dijo en una entrevista- ¿Mi primer amor? Lo conocí cuando tenía cinco años. Debuté en Brooklyn en una obrita infantil que tuvo lugar en una iglesia. Fue mi primera historia de amor con mi público, y se prolongó durante toda mi vida. El público fue el único que alguna vez realmente contó para mí. Ningún hombre pudo igualar eso.”
Actuó en pequeñas obras desde chica, pero los flashes empezaron a tomarla de blanco en 1926, cuando escribió, produjo y dirigió el musical de Broadway “Sex” (Madonna la homenajearía décadas después) que le valió diez días de cárcel, acusada de obscenidad. Fue a cumplir su pena en una limusina llena de rosas blancas y, en la celda, hizo amistad con otras reclusas. La revista Liberty le pagó mil dólares de la época por una entrevista tras quedar en libertad: “Me dijeron que si pagaba la fianza podría salir, pero decidí que sería más interesante cumplir la condena. Siempre me fascinaron las prisiones y las instituciones psiquiátricas”, contó. Pionera en entender que la atención del público y la prensa se logra con escándalo, estrenó en 1927 un segundo musical sobre la cultura gay, Drag, que terminó siendo prohibido en todas las salas de Nueva York. George Raft, que se había lucido como el cuñado de Tony en la versión original de Scarface, dirigida por Howard Hawks, era el protagonista que West había querido para Sex, pero él rechazó el papel alegando no estar preparado “para algo así”. Sin embargo, en 1932, cuando ella debutó como actriz de cine y como dialoguista en Night After Night, de Archie Mayo, compartió pantalla con Raft, como lo hizo más adelante Cary Grant. Ya en esta primera película, West se calza el traje que usó hasta el fin de su vida, inspirado en Texas Guinan, una actriz que entraba en decadencia y que iba a actuar inicialmente en su lugar. En los años siguientes, escribió algunos de sus mayores éxitos como I'm no angel (1933) y She done him wrong, del mismo año. Con ellos salvó a los estudios Paramount de la quiebra, cobrando más que cualquier otro y dejando en evidencia que el techo de cristal no era una variable en su mundo. Tampoco los estereotipos: no encarnó jamás a la esposa fiel, ni a la amante sumisa, ni a la rubia tonta, ni a la heroína noble y valiente, ni a la madre amorosa. Su habilidad como guionista, su estilo displicente y una voz que le permitió ser acompañada por Duke Ellington, son los pilares de la diégesis que construye en sus películas. El personaje que encarna es, de alguna manera, siempre el mismo y ejerce el poder sobre los varones, al tiempo que se sitúa por fuera de toda competencia, embistiéndose de cualidades femeninas y masculinas según convenga, y componiendo, al fin, una rara avis que se mueve naturalmente entre asesinos, tratantes de blancas, millonarios, policías, borrachines y sacerdotes. Todos ellos la respetan, cuando no le temen. En una misma película puede tener más de 30 cambios de ropa, una decena de amantes y kilos y kilos de joyas. Puede matar a una mujer que fue su amiga por error sin siquiera pensar en entregarse a la ley, puede ser adultera y tener raptos de vocación religiosa, puede ser una amiga leal y una mentirosa pertinaz, todo sin perder jamás la compostura. West no llora, no grita, no exagera lo que siente (¿O no siente?), jamás se exalta, ni siquiera cae en la tentación de emitir carcajadas.
“La imaginación de un hombre es el mejor amigo de una mujer.”
Mae West llegó a ser, en 1934, la figura mejor paga de Paramount Pictures. Mantuvo el control de su personaje a través de la escritura de los guiones que interpretaba, la elección de sus coprotagonistas y el trazado de estrategias de difusión mediática. Su talento performático la transformó en musa de la cultura popular de su época (son legendarias sus apariciones en cortos de Disney, los hermanos Fleischer, etc.) y en ícono de la comunidad gay, sobre todo desde que Salvador Dalí le dedicara una de sus obras más conocidas. Siguió jugando a la mujer fatal cuando ya había pasado los 70 años y grababa, con una voz que casi no había perdido potencia, temas de The Beatles y The Doors. El derrotero artístico (siempre entreverado con la biografía real) de Mae West podría adjudicarse a un hombre sin que nadie sospechara. En épocas en las que sus sucesoras apelan a acciones como el –cada vez más cuestionado- #metoo con el fin de hacer justicia entre los géneros, el halo de la mujer a la que se le podría atribuir haber inventado la noción de “sex toy” aplicada a los varones, cobra un brillo más potente que nunca antes.
“Siempre me fascinaron las prisiones y las instituciones psiquiátricas”
A diferencia de las divas que Hollywood exportó después, no destacó por la esbeltez (medía poco más de un metro y medio, usaba plataformas de 15 centímetros y faja), ni por la belleza deslumbrante o la juventud (su primer papel protagónico fue cerca de los 40 años). Pero su mayor distinción respecto de casi todo el resto de las estrellas producidas por el cine norteamericano pasa por una carrera que va en contra de los supuestos femeninos hegemónicos. “Muy pocos tenemos la oportunidad de vivir nuestras fantasías. Una actriz puede tener esa suerte. Ser actriz y escritora es la mejor situación para alguien que desee algo así. No hay como escribir la pieza que vas a interpretar. –Dijo en una entrevista- ¿Mi primer amor? Lo conocí cuando tenía cinco años. Debuté en Brooklyn en una obrita infantil que tuvo lugar en una iglesia. Fue mi primera historia de amor con mi público, y se prolongó durante toda mi vida. El público fue el único que alguna vez realmente contó para mí. Ningún hombre pudo igualar eso.”
Actuó en pequeñas obras desde chica, pero los flashes empezaron a tomarla de blanco en 1926, cuando escribió, produjo y dirigió el musical de Broadway “Sex” (Madonna la homenajearía décadas después) que le valió diez días de cárcel, acusada de obscenidad. Fue a cumplir su pena en una limusina llena de rosas blancas y, en la celda, hizo amistad con otras reclusas. La revista Liberty le pagó mil dólares de la época por una entrevista tras quedar en libertad: “Me dijeron que si pagaba la fianza podría salir, pero decidí que sería más interesante cumplir la condena. Siempre me fascinaron las prisiones y las instituciones psiquiátricas”, contó. Pionera en entender que la atención del público y la prensa se logra con escándalo, estrenó en 1927 un segundo musical sobre la cultura gay, Drag, que terminó siendo prohibido en todas las salas de Nueva York. George Raft, que se había lucido como el cuñado de Tony en la versión original de Scarface, dirigida por Howard Hawks, era el protagonista que West había querido para Sex, pero él rechazó el papel alegando no estar preparado “para algo así”. Sin embargo, en 1932, cuando ella debutó como actriz de cine y como dialoguista en Night After Night, de Archie Mayo, compartió pantalla con Raft, como lo hizo más adelante Cary Grant. Ya en esta primera película, West se calza el traje que usó hasta el fin de su vida, inspirado en Texas Guinan, una actriz que entraba en decadencia y que iba a actuar inicialmente en su lugar. En los años siguientes, escribió algunos de sus mayores éxitos como I'm no angel (1933) y She done him wrong, del mismo año. Con ellos salvó a los estudios Paramount de la quiebra, cobrando más que cualquier otro y dejando en evidencia que el techo de cristal no era una variable en su mundo. Tampoco los estereotipos: no encarnó jamás a la esposa fiel, ni a la amante sumisa, ni a la rubia tonta, ni a la heroína noble y valiente, ni a la madre amorosa. Su habilidad como guionista, su estilo displicente y una voz que le permitió ser acompañada por Duke Ellington, son los pilares de la diégesis que construye en sus películas. El personaje que encarna es, de alguna manera, siempre el mismo y ejerce el poder sobre los varones, al tiempo que se sitúa por fuera de toda competencia, embistiéndose de cualidades femeninas y masculinas según convenga, y componiendo, al fin, una rara avis que se mueve naturalmente entre asesinos, tratantes de blancas, millonarios, policías, borrachines y sacerdotes. Todos ellos la respetan, cuando no le temen. En una misma película puede tener más de 30 cambios de ropa, una decena de amantes y kilos y kilos de joyas. Puede matar a una mujer que fue su amiga por error sin siquiera pensar en entregarse a la ley, puede ser adultera y tener raptos de vocación religiosa, puede ser una amiga leal y una mentirosa pertinaz, todo sin perder jamás la compostura. West no llora, no grita, no exagera lo que siente (¿O no siente?), jamás se exalta, ni siquiera cae en la tentación de emitir carcajadas.
“La imaginación de un hombre es el mejor amigo de una mujer.”
Fuera de la pantalla, supo cómo sacar partido de lo adverso. A propósito del código Hays, que entró en vigencia durante su apogeo artístico, Mae West ironizó a medias, décadas más tarde: “Creo en la censura. Después de todo he hecho una fortuna a su cuenta. Se podría decir que he creado la Oficina Hays. Soy una especie de madrina junto al Código Picture Motion. Ahora utilizan desnudez y el lenguaje soez para ahorrarse la dificultad de escribir una buena historia. Yo no tuve que quitarme la ropa. Los hombres imaginaban lo que estaba debajo de ella gracias a mis palabras y mi actitud. La imaginación de un hombre es el mejor amigo de una mujer.”
She done him wrong es su película más lograda y representativa. Comparte cartel con un Cary Grant mucho menor que ella, con quien reincidió en su segunda película I'm no angel. Cuando el famoso entrevistador norteamericano Dick Cavett la tuvo en su programa, a fines de los 70´s, le preguntó en qué circunstancia había elegido a Grant. West contó que, estando en las oficinas de la Paramount, lo vio pasar, anónimo en aquel entonces, y sin dejar de remarcar a los ejecutivos que la acompañaban que ese hombre era lo más lindo que había visto en todo Hollywood, espetó: “Si sabe hablar lo quiero como mi coprotagonista”.
En 1932 el magnate William Hearst había dicho de ella: “Es un monstruo de lascivia y una amenaza para la sagrada institución de la familia norteamericana”. Ella, inmutable, siguió escribiendo y actuado líneas de diálogo capaces de seguir escandalizando como:
-Afuera hay 10 hombres ¿qué piensas hacer con ellos?
-Uno va a tener que irse porque estoy un poco cansada.
Y acumulando frases célebres a esta altura como: “Cuando soy buena, soy muy buena. Cuando soy mala, soy mejor”; “El matrimonio es una gran institución, pero yo todavía no estoy preparada para ingresar en ella”; “Soy soltera porque nací así”; “Un orgasmo al día mantiene lejos al médico”; “¿Llevas una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?”;” En ocasiones tengo la tentación de ser una dama. Menos mal que se me pasa rápido." “No hay hombre en el mundo que merezca que te salgan arrugas.”
“Demasiadas mujeres esperan la felicidad en función de los hombres”
She done him wrong es su película más lograda y representativa. Comparte cartel con un Cary Grant mucho menor que ella, con quien reincidió en su segunda película I'm no angel. Cuando el famoso entrevistador norteamericano Dick Cavett la tuvo en su programa, a fines de los 70´s, le preguntó en qué circunstancia había elegido a Grant. West contó que, estando en las oficinas de la Paramount, lo vio pasar, anónimo en aquel entonces, y sin dejar de remarcar a los ejecutivos que la acompañaban que ese hombre era lo más lindo que había visto en todo Hollywood, espetó: “Si sabe hablar lo quiero como mi coprotagonista”.
En 1932 el magnate William Hearst había dicho de ella: “Es un monstruo de lascivia y una amenaza para la sagrada institución de la familia norteamericana”. Ella, inmutable, siguió escribiendo y actuado líneas de diálogo capaces de seguir escandalizando como:
-Afuera hay 10 hombres ¿qué piensas hacer con ellos?
-Uno va a tener que irse porque estoy un poco cansada.
Y acumulando frases célebres a esta altura como: “Cuando soy buena, soy muy buena. Cuando soy mala, soy mejor”; “El matrimonio es una gran institución, pero yo todavía no estoy preparada para ingresar en ella”; “Soy soltera porque nací así”; “Un orgasmo al día mantiene lejos al médico”; “¿Llevas una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?”;” En ocasiones tengo la tentación de ser una dama. Menos mal que se me pasa rápido." “No hay hombre en el mundo que merezca que te salgan arrugas.”
“Demasiadas mujeres esperan la felicidad en función de los hombres”
Aunque no tuvo hijos, estuvo casada de muy joven, pero trató de ocultarlo a toda costa para no empañar su imagen con las ataduras del matrimonio. El 11 de abril de 1911, cuando era una adolescente, pasó por el civil en Milwaukee, Wisconsin, junto a Frack Szatkus, cuyo nombre artístico era Frank Wallace, un hombre de 21 años que había conocido en el vodevil, alrededor de 1909. Pese a mantener la unión en secreto, en 1935 todo salió a la luz, cuando un empleado de aquel registro civil sacó a relucir el certificado de matrimonio ante la prensa. También se descubrió una declaración jurada en la que se había declarado casada, efectuada durante el famoso juicio de 1927. Al principio, West negó todo, pero finalmente, en 1937, lo admitió. La pareja había sido atípica: convivieron muy poco tiempo y en habitaciones separadas y, en julio de 1942, West pidió el divorcio alegando que solo había convivido con Wallace unas pocas semanas. En mayo de 1943 le fue otorgado. No reincidió en el matrimonio nunca más.
Sobre hombres, habló largo y tendido con la biógrafa Charlotte Chandler en la década del 60 quien le preguntó:
Sobre hombres, habló largo y tendido con la biógrafa Charlotte Chandler en la década del 60 quien le preguntó:
-¿Qué haría usted si no logra causar la mejor primera impresión en un hombre?
-Obtener un hombre diferente. Pensar que el del problema es él. En mi vida, me sentí sexy todo el tiempo. La cercanía de un hombre atractivo me mantuvo en un constante estado de agitación sensual. (…) Ellos siempre me buscaron y yo siempre tuve la habilidad de encontrar algo que me gusta en cada hombre. (...) La miel, el sexo con amor es lo más grande en la vida. Pero el sexo sin amor - no es tan malo tampoco. El sexo es el mejor ejercicio para el desarrollo de todo. (…) No puedo recordarme sin hombres alrededor. Siempre jugaba con los niños. Ellos se reunían en torno a mí. Me gustaba ver cómo besaba cada cual. El beso de un hombre es su firma. Siempre me ha gustado tener una gran cantidad de hombres alrededor. En una noche lluviosa es como tener más de un libro para elegir, sólo que mejor. Nunca pude entender a las mujeres que mueren sin probar más de un hombre. Al deshacerse de uno, es estúpido sentarse a sufrir abatida. (…) Demasiadas mujeres esperan la felicidad en función de los hombres. Yo tuve la perspicacia de no depender de los hombres para la mía. Supe cómo manejar a los hombres. Tengo un código, sin embargo: no beber, no fumar, y no meterme con hombres casados. Hay hombres suficientes para todos, es cruel ir por uno que tiene mujer. Mi mejor amante era un francés que me iba a recoger después de Diamond Lil y me llevaba al otro teatro para ensayar, luego nos dedicábamos al placer. Si largábamos un sábado por la noche, seguíamos en ello hasta las cuatro de la tarde del día siguiente. (…) Un hombre puede ser petiso y rechoncho, pero si tiene lo que a mí me gusta llamar “Fuego”, a las mujeres les gustará.
Fue Truman Capote, en su libro de crónicas sobre famosos, Retratos, el único que dio una versión diferente de la diva, profundizando para la posteridad el misterio de su personalidad íntima, aportando una dimensión que enriquece aún más su fulgurante figura:
“Los conocidos accesorios estaban allí: la peluca de bronce, los ojos de cimitarra con pestañas largas como espadas, la piel blanca, la forma, aquel Big Ben de clepsidras, aquel sueño de reos, nada faltaba, excepto Mae West. Pues esta mujer con certeza no era la verdadera Mae. Aunque si era en realidad la señorita West: una mujer inquieta, tímida y vulnerable. Inclasificablemente virginal, cuya entrada tardía pudo muy bien deberse a una demora en la calle, hasta hacer acopio de valor para tocar el timbre. Mientras se la observaba –la temblorosa mariposa de una sonrisa iba revoloteando por sus labios sin acabar de posarse- susurrar vigorosa: “Encantada querido” y, como demasiado tímida para proseguir, abandonar al punto su asiento en el balancín de cualquier conversación potencial, la fuerte naturaleza de su yo teatral, su misteriosa y absoluta plenitud, golpeaban con fuerza. Arrancada del reino protector de su muy graciosa creación, ese asexuado símbolo de sexualidad desinhibida carecería de defensas: sus largas pestañas vibraban como las antenas de un insecto patas arriba. Sólo en un instante se rebeló la Mae más ruda. Causa de eso fue una joven que, acercándose a la actriz, anunció: |