Año 5 / Número 21 / Agosto 2017
J-K Huysmans, el artista del escape
Joris-Karl Huysmans fue un escritor irreverente y genial de fines del siglo XIX, que atravesó varios estilos a lo largo de su producción. Nunca disimuló el pesimismo que le provocaban los tiempos modernos ni quiso adaptarse a los cambios políticos y sociales de su época, lo que no le impidió elaborar una obra ecléctica y ser el precursor de un nuevo estilo literario, el decadentismo.
El inventor compuso, con
meditado azar,
la única vanguardia sin
violencia.
Guillermo Saavedra, Alrededor de una jaula
meditado azar,
la única vanguardia sin
violencia.
Guillermo Saavedra, Alrededor de una jaula
Pocos autores han dejado su huella en varios estilos después de transitar por diversos y aun antagónicos movimientos y programas estéticos a lo largo de prolongadas carreras literarias. Joris-Karl Huysmans, nacido antes de la muerte de Balzac y muerto después de Mallarmé (1848-1907), fue uno de los pocos entre ellos. Nunca se sintió cómodo dentro de un solo estilo y avanzó desde una corriente estética hasta la siguiente en su derrotero, como un ejercicio de permanente búsqueda e insatisfacción con los gustos artísticos de su época.
En Francia, a fines del siglo XIX, Huysmans pasó del naturalismo al decadentismo, y luego incursionó en el satanismo y misticismo hasta su conversión final al catolicismo: todo en el lapso de 20 años. Con solo seis novelas, dejó una obra ecléctica. Acaso el rasgo que mejor lo defina sea la persecución de una nueva forma literaria que no encontraba su estilo, unido al escepticismo y aun al pesimismo ante el presunto sentido y dirección progresista de los cambios sociales, un individualismo a rajatabla y el tedio constante de la vida moderna y sus regímenes tras el advenimiento de la Tercera República.
En Francia, a fines del siglo XIX, Huysmans pasó del naturalismo al decadentismo, y luego incursionó en el satanismo y misticismo hasta su conversión final al catolicismo: todo en el lapso de 20 años. Con solo seis novelas, dejó una obra ecléctica. Acaso el rasgo que mejor lo defina sea la persecución de una nueva forma literaria que no encontraba su estilo, unido al escepticismo y aun al pesimismo ante el presunto sentido y dirección progresista de los cambios sociales, un individualismo a rajatabla y el tedio constante de la vida moderna y sus regímenes tras el advenimiento de la Tercera República.
Cada una de sus novelas tiene como protagonista un señor que se aburre, busca mejorar su vida y nunca lo consigue.
Así resume el escritor Remy de Gourmont un rasgo sistemático en la obra de Huysmans. Sobre este autor tan singular, la editorial rosarina Ivan Rosado acaba de publicar La epilepsia del cielo, una interesante recopilación de costumbres de época y críticas de arte, que cuenta con la delicada selección y traducción de Claudio Iglesias, responsable también de la anterior Antología del decadentismo. Perversión, neurastenia y anarquía en Francia (Caja negra, 2007). Esta nueva antología permite descubrir un aspecto desconocido en la obra de este escritor inclasificable, que guarda relación con su producción previa y futura.
Pero, ¿quién fue J-K Huysmans? Los datos biográficos indican que nació en 1848 en el seno de una familia acomodada de clase media. De padre holandés y madre francesa, en su linaje se combinan esas dos vertientes que estarán presentes a lo largo de su vida y moldean su destino. Por el lado paterno recibe el influjo de sus antepasados holandeses en los que la profesión de pintor pasó de generación en generación. Su padre y su abuelo enseñaron en las academias de Breda y de Tiburgo. Incluso las obras de otro antepasado suyo, Cornelio Huysmans, se exhiben en el Museo del Louvre. Tal vez por esa influencia temprana, en sus críticas de arte en torno a los Salones de París y a los movimientos pictóricos de su época, Huysmans nunca dejará de celebrar a la escuela flamenca (entre ellos, Van Huysum, Frans Hals y Pieter de Hooch). En 1867, escribe: “la pintura de paisaje ha degenerado desde que la escuela holandesa llevó el género a la perfección” (Los paisajistas contemporáneos, El aliento del cielo). Años después, reunirá todas sus críticas de arte en dos publicaciones L´art moderne (1883) y Trois primitifs (1905).
Pero, ¿quién fue J-K Huysmans? Los datos biográficos indican que nació en 1848 en el seno de una familia acomodada de clase media. De padre holandés y madre francesa, en su linaje se combinan esas dos vertientes que estarán presentes a lo largo de su vida y moldean su destino. Por el lado paterno recibe el influjo de sus antepasados holandeses en los que la profesión de pintor pasó de generación en generación. Su padre y su abuelo enseñaron en las academias de Breda y de Tiburgo. Incluso las obras de otro antepasado suyo, Cornelio Huysmans, se exhiben en el Museo del Louvre. Tal vez por esa influencia temprana, en sus críticas de arte en torno a los Salones de París y a los movimientos pictóricos de su época, Huysmans nunca dejará de celebrar a la escuela flamenca (entre ellos, Van Huysum, Frans Hals y Pieter de Hooch). En 1867, escribe: “la pintura de paisaje ha degenerado desde que la escuela holandesa llevó el género a la perfección” (Los paisajistas contemporáneos, El aliento del cielo). Años después, reunirá todas sus críticas de arte en dos publicaciones L´art moderne (1883) y Trois primitifs (1905).
Por el lado materno, desciende de una familia de pequeños burgueses parisienses que trabajaron en el Estado como empleados administrativos. Su abuelo había sido cajero del Ministerio del Interior, y gracias a su influencia le consiguió empleo como subjefe de Negociado en la Dirección General de Seguridad, un cargo que Huysmans ejerció durante 30 años, y fue condecorado por el Estado con la Legión de Honor en 1893. Tenía la responsabilidad de controlar las salas de juegos y casinos, tarea que, según cuentan, nunca desempeñó con un interés excesivo. En el prefacio a la edición española de Allá lejos, el novelista Vicente Blasco Ibañez asegura que el original de esa novela fue elaborado en hojas membretadas del Estado, y que la versión manuscrita permaneció durante muchos años en el cajón del escritorio de Huysmans. Al parecer, en ese recinto gris y helado escribió la mayor parte de su obra en las horas libres que le dejaba la función pública.
Su primera novela fue Marta, de 1876, donde cuenta la historia de una joven del interior que cae en desgracia al llegar a París y se ve forzada a ejercer la prostitución (argumento que luego inspiraría a Emile Zolá para su novela Naná, de 1880). Justamente, el padre del naturalismo reconoció en esa obra algunos rasgos del estilo que él intentaba promover, y lo invitó a formar parte de las reuniones en su casa de Médan, junto a un pequeño círculo de discípulos que integraban Guy de Maupassant, Léon Hennique, Henry Ceard y Paul Alexis. Como resultado de esas reuniones, en 1880 publicaron Las veladas de Medan, antología que incluía un cuento de cada uno de ellos sobre la guerra francoprusiana. El cuento de Huysmans era “La mochila al hombro”, donde narra su breve experiencia como soldado en la guerra de 1870. Pero de todos ellos, el más destacado fue “Bola de sebo”, de Maupassant.
Su primera novela fue Marta, de 1876, donde cuenta la historia de una joven del interior que cae en desgracia al llegar a París y se ve forzada a ejercer la prostitución (argumento que luego inspiraría a Emile Zolá para su novela Naná, de 1880). Justamente, el padre del naturalismo reconoció en esa obra algunos rasgos del estilo que él intentaba promover, y lo invitó a formar parte de las reuniones en su casa de Médan, junto a un pequeño círculo de discípulos que integraban Guy de Maupassant, Léon Hennique, Henry Ceard y Paul Alexis. Como resultado de esas reuniones, en 1880 publicaron Las veladas de Medan, antología que incluía un cuento de cada uno de ellos sobre la guerra francoprusiana. El cuento de Huysmans era “La mochila al hombro”, donde narra su breve experiencia como soldado en la guerra de 1870. Pero de todos ellos, el más destacado fue “Bola de sebo”, de Maupassant.
Hacia el año 1884, Huysmans publicó Al revés, acaso su novela más conocida, con la que se distanció del naturalismo y consolidó la formación de una nueva corriente literaria, el esteticismo o decadentismo, cuyo programa postulaba, a grandes rasgos, que el arte no debe imitar a la naturaleza. La naturaleza es la materia prima a partir de la cual el arte debe operar sobre ella y transformarla en un hecho estético. Incluso para la personalidad decadentista la existencia en el mundo merece vivirse como una obra de arte total, como una experiencia artística determinada por el placer de los sentidos, viviendo, en lo posible, a contrapelo de la sociedad.
El protagonista de Al revés es el excéntrico duque Jean des Esseintes, último vástago de una familia aristocrática, que se muda a un palacio familiar abandonado en el medio del campo, en Fontenay, donde se rodea de objetos delirantes y refinados que le producen un gran placer estético durante la etapa final de su vida: perfumes y esencias aromáticas exóticas, joyas y piedras preciosas traídas de lugares remotos, acuarelas y dibujos japoneses, y diversas obras de arte.
El protagonista de Al revés es el excéntrico duque Jean des Esseintes, último vástago de una familia aristocrática, que se muda a un palacio familiar abandonado en el medio del campo, en Fontenay, donde se rodea de objetos delirantes y refinados que le producen un gran placer estético durante la etapa final de su vida: perfumes y esencias aromáticas exóticas, joyas y piedras preciosas traídas de lugares remotos, acuarelas y dibujos japoneses, y diversas obras de arte.
En sus completos días de ocio, Des Esseintes dilapida su fortuna en estos lujos artificiales, y también se dedica al estudio del arte y la literatura (por eso, varios capítulos de la novela parecen un tratado de historia del arte). Des Esseints es el estereotipo perfecto del dandy y del neurótico, ya que la neurosis es el síntoma distintivo de la personalidad decadentista, debido a la pulsión incontrolable por el detalle artificioso y una inestabilidad emocional crónica. La tortuga que compra el protagonista con la intención de aplicarle una decoración insólita es la representación más cabal del arte decadentista: el artificio aplicado a la naturaleza. Des Esseintes ornamenta el caparazón del animal con piedras preciosas para hacer de ella una obra de arte viviente que le produce el mayor goce estético al verla brillar “con la intensidad de un sol” en el living de su mansión. Naturalmente, la tortuga termina muriendo. Y dice el narrador sobre el protagonista:
Su propensión a lo artificial y su amor a la excentricidad podían, sin duda, explicarse como consecuencia de sus estudios sofísticos, de las sutilezas supraterrenales y de las especulaciones místicas; básicamente, eran aspiraciones ardientes a lo ideal, a un universo desconocido, a una distante beatitud, tan absolutamente deseable como prometían las Escrituras. (Al revés, Librería Fausto, Bs. As, 1977, pág 152)
Acaso por esa fascinación en el poder redentor del arte, en la constante búsqueda de un ideal estético, Des Esseintes termina matando aquello que más ama, como se dice en las páginas de esa novela de Oscar Wilde, cuyo protagonista, Dorian Gray, lleva un libro de tapas amarillas que sería un ejemplar de Al revés.
Así como Huysmans se convierte al catolicismo a fines del siglo XIX, en una época donde las órdenes religiosas son perseguidas en Francia y la clase gobernante se vuelca a la masonería, el narrador y protagonista de Sumisión (Anagrama, 2015), de Michael Houellebecq, es un investigador y profesor universitario del siglo XXI que se convierte al islamismo por conveniencia, y se dedica a reescribir la vida de Huysmans. Más allá de estas relaciones intertextuales, hay que decir que Huysmans se alejó definitivamente del naturalismo con esta novela, y elaboró una crítica pormenorizada a esa escuela en el prefacio a la edición de 1903 de Al revés, que se incluye en la versión citada de Librerías Fausto, y cuenta con una Introducción bien documentada de Jaime Rest. Sus críticas al naturalismo pueden resumirse así:
Así como Huysmans se convierte al catolicismo a fines del siglo XIX, en una época donde las órdenes religiosas son perseguidas en Francia y la clase gobernante se vuelca a la masonería, el narrador y protagonista de Sumisión (Anagrama, 2015), de Michael Houellebecq, es un investigador y profesor universitario del siglo XXI que se convierte al islamismo por conveniencia, y se dedica a reescribir la vida de Huysmans. Más allá de estas relaciones intertextuales, hay que decir que Huysmans se alejó definitivamente del naturalismo con esta novela, y elaboró una crítica pormenorizada a esa escuela en el prefacio a la edición de 1903 de Al revés, que se incluye en la versión citada de Librerías Fausto, y cuenta con una Introducción bien documentada de Jaime Rest. Sus críticas al naturalismo pueden resumirse así:
Zolá no es más que un gran escenógrafo y un prodigioso manejador de masas que desconocen su rumbo. Los naturalistas pretendían llegar al alma de sus personajes pero lo único que hicieron fue incorporar el materialismo y un forzado cientificismo a la forma novelesca.
Con su siguiente novela, Allá lejos (1891), Huysmans incursiona en el ocultismo. A pesar de que su publicación permitió consolidar la fama del autor, también provocó un gran revuelo por la crueldad y brutalidad de las escenas que describe. Su protagonista, Durtal, un alter ego del autor que protagonizará sus novelas futuras, reconstruye la historia del mariscal Giles de Rais, personaje medieval que luchó junto a Juana de Arco en la guerra de los cien años contra Inglaterra. De Rais había cometido innumerables crímenes y sacrificios de niños y adolescentes en virtud de su culto del satanismo y la influencia de brujos y hechiceros que le prometían alejarlo del mal con esos crímenes rituales. En palabras del narrador, los actos realizados por de Rais se explican de esta manera:
En resumen, misticismo natural de una parte, y de otra, trato cotidiano con sabios poseídos por el satanismo. En el horizonte, una miseria progresiva que podían conjurar quizá las voluntades del diablo. Y una curiosidad ardiente y loca por las ciencias prohibidas. Todo esto explica que, poco a poco, a medida que se estrechaban sus relaciones con la sociedad de alquimistas y hechiceros, se sumiese en el ocultismo y fuese arrastrado por él a los crímenes más aborrecibles. (Alla lejos, Prometeo, Valencia, 1918, pag 100)
Sobre esta novela, también se puede decir que el director Luis Buñuel escribió el guión junto a Jean Claude Carriere para llevarla al cine, pero nunca llegó a filmarla. Pier Paolo Passolini intentó hacer lo propio, basándose en los textos de George Bataille. El proyecto no prosperó porque Passolini fue asesinado antes del rodaje.
Volviendo a Allá lejos, la crítica suele coincidir en dos aspectos en torno a esta novela. Que Huysmans rinde homenaje a la Edad Media (época a la que dedicó muchos años de análisis y estudio) a través de este personaje histórico, con el propósito de celebrar el rasgo místico y espiritual del Medioevo en contraste a los avances del positivismo científico de su época, que nunca aceptó. Por otro lado, dar cuenta de los rituales medievales, la magia negra y el satanismo, fue el recurso que encontró el autor para concientizar en torno al mal y allanar el camino hacia una nueva espiritualidad, ligada al cristianismo, al que se volcó en la etapa final de su vida y de su obra. Basta decir que sus novelas posteriores -En ruta (1895); La catedral (1898) y El oblato (1903)- dan cuenta de la conversión definitiva de Huysmans a esa religión. En El oblato narra el período en que abandonó la vida en sociedad para internarse voluntariamente en la abadía benedictina de Ligugé, durante unos meses, hasta que fueron expulsados de Francia.
Podría decirse que tanto Huysmans como sus personajes Des Esseints y Giles de Rais, comparten el rasgo del excesivo individualismo, el rechazo de las costumbres de su época y la búsqueda de una nueva fuente de placer. Tal vez podríamos agregar la nostalgia por un pasado que ya no existe, que aparece perfectamente narrado en el primer texto de La epilepsia del cielo, “La Bièvre”. En esta crónica de 1878, Huysmans recorre los márgenes de la ciudad como un flâneur, y describe los cambios que produjo el avance de la vida moderna, industrial, en el curso del río Bièvre, desde que nace en las montañas al costado de viñedos y huertas hasta que sus aguas ingresan en la ciudad y su antiguo esplendor se ve degradado y corrompido, como una bella muchacha del interior que llega a la ciudad, por las curtiembres y los desechos que la incipiente industria del cuero arroja al río, donde la contaminación “del pasado aristocrático del río por la millonaria e incipiente industria del cuero es completa”:
Volviendo a Allá lejos, la crítica suele coincidir en dos aspectos en torno a esta novela. Que Huysmans rinde homenaje a la Edad Media (época a la que dedicó muchos años de análisis y estudio) a través de este personaje histórico, con el propósito de celebrar el rasgo místico y espiritual del Medioevo en contraste a los avances del positivismo científico de su época, que nunca aceptó. Por otro lado, dar cuenta de los rituales medievales, la magia negra y el satanismo, fue el recurso que encontró el autor para concientizar en torno al mal y allanar el camino hacia una nueva espiritualidad, ligada al cristianismo, al que se volcó en la etapa final de su vida y de su obra. Basta decir que sus novelas posteriores -En ruta (1895); La catedral (1898) y El oblato (1903)- dan cuenta de la conversión definitiva de Huysmans a esa religión. En El oblato narra el período en que abandonó la vida en sociedad para internarse voluntariamente en la abadía benedictina de Ligugé, durante unos meses, hasta que fueron expulsados de Francia.
Podría decirse que tanto Huysmans como sus personajes Des Esseints y Giles de Rais, comparten el rasgo del excesivo individualismo, el rechazo de las costumbres de su época y la búsqueda de una nueva fuente de placer. Tal vez podríamos agregar la nostalgia por un pasado que ya no existe, que aparece perfectamente narrado en el primer texto de La epilepsia del cielo, “La Bièvre”. En esta crónica de 1878, Huysmans recorre los márgenes de la ciudad como un flâneur, y describe los cambios que produjo el avance de la vida moderna, industrial, en el curso del río Bièvre, desde que nace en las montañas al costado de viñedos y huertas hasta que sus aguas ingresan en la ciudad y su antiguo esplendor se ve degradado y corrompido, como una bella muchacha del interior que llega a la ciudad, por las curtiembres y los desechos que la incipiente industria del cuero arroja al río, donde la contaminación “del pasado aristocrático del río por la millonaria e incipiente industria del cuero es completa”:
Todo ha desaparecido con la borrasca de los siglos: el convento, la abadía, los molinos y los árboles. Allí donde la vida humana se ensimismaba en la contemplación y en la plegaria, donde la Bièvre corría bajo la alegría de la mañana y la melancolía del crepúsculo, ahora los obreros curten cuero (…) en los negros subterráneos o en las gargantas cerradas de las fábricas, el agua extenuada, pútrida.
En el último texto de la antología, “Los habitués del café”, de 1902, también se puede reconocer la mirada del observador nostálgico que detecta los detalles que dan cuenta de los cambios de época en los nuevos tiempos que corren, con la irrupción de las muchedumbres en ciertos espacios de la ciudad que antes habían sido de uso exclusivo de un sector social. Los cafés a los que sus antiguos habitués iban a satisfacer la "necesidad de pasar un rato consigo mismos", se transformaron en espacios de socialización e interacción, y ellos perdieron su lugar de privilegio ante el advenimiento de la multitud y los nuevos actores sociales que encuentran allí un motivo para saciar su necesidad de tabaco y alcohol. En esta nueva configuración de la ciudad, donde todo se volvió impersonal y multitudinario, “los mozos del café ya casi no responden a los pedidos”.
No obstante, a la margen izquierda del Sena, zona predilecta del París que amaba Huysmans, "lleno de curas y encuadernadores, de libreros e ilustradores de libros religiosos" se mantiene vivo el espíritu de los cafés de antaño, "en los que se habla y en los que hay que comportarse un poco como en el salón pasado de moda de un viejo viudo".
El 15 de mayo de 1907, Joris-Karl Huysmans, el escritor inconformista, el artista del escape, el precursor del dandismo, murió a causa de un cáncer de mandíbula. Su funeral tuvo lugar en Montparnesse, donde pidió ser cremado vestido de monje. Ese fue el último gesto de provocación que se permitió y sus amigos le concedieron.
La frase de Jan Van Ruysbroeck, un místico del siglo XVI, que Huysmans transcribe al comienzo de Al revés, puede leerse como sentencia final y clave para entender la obra de un escritor sumamente moderno que se valió de la literatura para describir su propia época y escapar al tedio de la vida cotidiana:
No obstante, a la margen izquierda del Sena, zona predilecta del París que amaba Huysmans, "lleno de curas y encuadernadores, de libreros e ilustradores de libros religiosos" se mantiene vivo el espíritu de los cafés de antaño, "en los que se habla y en los que hay que comportarse un poco como en el salón pasado de moda de un viejo viudo".
El 15 de mayo de 1907, Joris-Karl Huysmans, el escritor inconformista, el artista del escape, el precursor del dandismo, murió a causa de un cáncer de mandíbula. Su funeral tuvo lugar en Montparnesse, donde pidió ser cremado vestido de monje. Ese fue el último gesto de provocación que se permitió y sus amigos le concedieron.
La frase de Jan Van Ruysbroeck, un místico del siglo XVI, que Huysmans transcribe al comienzo de Al revés, puede leerse como sentencia final y clave para entender la obra de un escritor sumamente moderno que se valió de la literatura para describir su propia época y escapar al tedio de la vida cotidiana:
Debo sentir júbilo más allá de los límites del tiempo… aunque el mundo se estremezca ante mi jubilo y, a causa de su tosquedad, no entienda qué es lo que declaro.