Revista Invisibles
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Año 7 / Número 26 / junio 2019
reseña

De padres, hijos y tortugas​


Diego Muzzio es un escritor moderno y apuesta al viejo oficio de narrador, más allá de las voces autobiográficas o de los experimentos literarios que quieren seguir marcando la literatura argentina actual. Doscientos canguros es la obra de un narrador paciente y meticuloso que todavía confía en los artificios de la ficción.
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Doscientos canguros, de Diego Muzzio (Entropía, 2019), presenta una serie de cuentos vinculados por la paternidad. En este sentido, si en Mockba (2007) Muzzio se le había animado a la muerte como tema literario clásico, en este nuevo libro de relatos construye pequeños mundos en los que los roles de padres e hijos se miden, se acercan, se alejan, se confunden, se entienden, se malinterpretan. La segunda página del primer relato, titulado “El Hombre Neutral”, ya instala el tópico:

Felipe no tenía padre y Oscar no tenía hijos, de manera que, con el paso del tiempo, la amistad entre ambos fue convirtiéndose en otra cosa, como si cada uno buscara reemplazar al padre y al hijo ausentes (p. 10).

En este nuevo libro, Diego Muzzio se reafirma como un gran narrador, así lo había demostrado en Las esferas invisibles (2015), con aquellas nouvelles de un fantástico decimonónico que transcurrían durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires.

En Doscientos canguros, el formato de relato largo o nouvelle reaparece con pericia, por ejemplo, en “Los discípulos de Buda”. En este texto, el ajedrez y su tablero se vuelven elementos para radiografiar desde el carácter monstruoso en las relaciones familiares y en el vínculo entre un padre y su preferido hasta la tortura psicológica en un campo de detención durante la dictadura militar de 1976. Bobby Fischer, la locura, Buda, los movimientos ajedrecísticos y la picana eléctrica se entremezclan con naturalidad y profundidad. En cada relato del libro de Muzzio, se trata de contar una historia pero también de lidiar —siempre desde un estilo realista con algunos elementos mínimos extraños o absurdos— con los afectos de los protagonistas, con sus rencores y sus amores, con la confusión ante situaciones que la mayoría de las veces los superan. En “El casa Zero”, esto es evidente:

Desde la infancia, Teiji Onamura había sido entrenado por su padre para ser un obrero rápido y eficiente. Ahora era un hombre de treinta y ocho años, sin amigos ni relaciones, que no sabía hacer otra cosa que trabajar lavando y planchando ropa, y sin ninguna perspectiva de futuro, a no ser la de continuar ejerciendo su oficio en aquella tintorería execrable hasta el final de sus días. (p. 100)

Este tipo de fragmentos muestran el trabajo de Muzzio con su prosa. Algún lector podría objetar su escritura sencilla y directa, pero es que justamente el estilo de Doscientos canguros alcanza esa simpleza por el trabajo meticuloso. El autor de Mockba parece volver una y otra vez a los relatos escritos hasta dar con la forma buscada. Relatos como “Doscientos canguros” presentan una estructura casi circular que cobra sentido cuando todas las piezas han sido repuestas por el lector, cuando la promesa de Mercedes a su hermana menor parece a punto de cumplirse. Así, Muzzio apuesta al tiempo y la paciencia, en la escritura y en la narración pero también en la lectura, a diferencia de escritores y escritoras actuales que compiten por sacar un libro cada año.   

Por otra parte, los relatos de Doscientos canguros trazan una red para asediar los vínculos filiales y, en este sentido, su autor acierta en proponer un hilo conductor al libro, como ya lo ha hecho en sus obras anteriores. Una herramienta simbólica son, sin dudas, los animales. Conejos, caballos, leones, tortugas, y otros miembros del reino animal reaparecen en la vida humana como claves, como signos. No por nada el fantasma de Lewis Carroll atraviesa los pasillos de un sanatorio en “El cielo de las tortugas” o algunas imágenes equinas pseudomitológicas se manifiestan en “Caballo en llamas” para dialogar con la experiencia límite de un sobreviviente a la guerra de Malvinas y la paranoia del nacionalismo.  

Finalmente, la distancia y variedad entre los cuentos de Doscientos canguros se desactiva para volver de distintos modos a las mismas preguntas: ¿qué significa ser padre? ¿Qué significa ser hijo? ¿Qué se hace con los problemas de comunicación entre padre e hijo? ¿Por qué el relato sobre el padre sigue siendo un tópico a revisitar? Por estas preguntas lanzadas como botellas al mar de la literatura, Diego Muzzio es un escritor moderno y apuesta al viejo oficio de narrador, más allá de las voces autobiográficas o de los experimentos literarios que quieren seguir marcando la literatura argentina actual. Doscientos canguros es la obra de un narrador paciente y meticuloso que todavía confía en los artificios de la ficción.  

 

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