Revista Invisibles
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Año 6 / Número 24 / Diciembre 2018
libros

Una historia sencilla


MacLaren-Ross ha escrito una novela fascinante con pocos recursos que el autor domina a la perfección, sobre la vida de un hombre austero durante los años previos a la Segunda Guerra. En esta historia donde todo fluye con elegancia, el amor de una mujer es lo que puede provocar un cambio en la suerte del protagonista en un mundo que está a punto de derrumbarse.

por Germán Lerzo
Imagen
De amor  y de hambre
Julian MacLaren-Ross
Editorial La Bestia Equilátera, 2018
   Uno de nuestros mayores críticos literarios escribió alguna vez que el caos debía narrarse de la forma más ordenada posible. Esa sentencia admite otra formulación: toda historia compleja puede narrarse de manera sencilla. De amor y de hambre, la novela de Julian Maclaren-Ross que publicó recientemente La Bestia Equilátera, en la impecable versión castellana de Ernesto Montequín, es un claro argumento a favor de esa máxima: la narración simple cuenta con destreza perfecta cuán compleja puede ser una historia de amor entre desconocidos.
     El protagonista de esta novela es un hombre austero que carece de motivos para ser feliz. Richard Fanshawe tampoco los busca. Vive en pensiones de mala muerte en un pueblo desolado del interior de Inglaterra, le falta el dinero para pagar sus deudas y desprecia el trabajo que tiene. Ha regresado a su país después de algunos años en la India. Vive solitario: “No estoy hecho para el matrimonio. La vida de casado no es para mí”. Su mundo atraviesa los efectos de la crisis anterior a la Segunda Guerra Mundial. Son los años de la Gran Depresión, que en Inglaterra hacía que los desocupados buscaran, como los personajes de este libro, arreglárselas con trabajos precarios: vender electrodomésticos a domicilio o suscripciones a los periódicos.
  Corre el año 1939: todas las noticias hablan de Heil Hitler y Greta Garbo muere al final de todas las películas. La Alemania nazi y la Italia fascista han sellado una alianza. La salvación de Fanshawe depende de que un familiar lejano le envíe un cheque que siempre se demora, o de ganar algún dinero en el juego. Una tarde sin éxito en vender una aspiradora a domicilio, lo invitan a tomar el té dos señoras. Una de ellas ofrece leerle las líneas de su mano. Acepta. Le leen: “Usted mismo es su peor enemigo”. Para un vendedor, nada peor que la baja autoestima. Aunque nuestro héroe sea indiferente a las lecciones de optimismo que le dan sus jefes para mejorar las ventas. Él espera un golpe de suerte en un mundo que es pródigo en desgracias. “Siempre que intenté ser yo mismo, he fracasado”, sostiene.
   Para escapar de la rutina diaria, acepta de mala gana salir de copas con su compañero de trabajo y la novia de éste, Sukie. No sin asombro, descubre que el tedio de las relaciones sociales se vuelve interesante, y su humor corrosivo, atractivo para esa mujer bella e inteligente que se emborracha a su lado. Habla de su presunto pasado en Madrás, la ciudad india y tropical donde fue periodista y donde intentó escribir ficción. Lectora voraz, Sukie le recomienda novelas de Joseph Conrad, por su tema colonial y oriental.  Y le presta su libro de cabecera, la policial negra El cartero llama dos veces, que el frustrado novelista se lee en una tarde.
  Llega el día en que el amigo de Fanshawe pierde su empleo y se embarca en un largo crucero que lo mantendrá en alta mar, alejado de su novia. Le deja encargada a Fanshawe una tarea sencilla: que cuide y lleve de paseo a Sukie. Naturalmente, nuestro personaje se niega; el amigo insiste; él termina aceptando. Así comienza el viaje sentimental. O mejor dicho, los problemas que supone conocer al amor de tu vida, no tener un trabajo estable y que tu mundo esté por estallar. ¿A quién no le ha pasado?

    En De amor y de hambre todo fluye para el lector desde la primera página. Son capítulos breves donde el estilo prescinde de grandes proezas verbales. El pesimismo y el humor del protagonista sobre su entorno se combinan con la naturalidad de los diálogos que este vendedor de aspiradoras mantiene con sus posibles clientas, sus compañeros de trabajo y la mujer que ama. MacLaren-Ross lleva el arte del diálogo a su máxima expresión novelística. 
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        En la biografía de MacLaren-Ross (Fear and Loathing in Fitzrovia) podemos encontrar muchos rasgos de la vida del protagonista de De amor y de hambre. Él también fue vendedor de aspiradoras, periodista y las deudas lo persiguieron a lo largo de su vida. Aún así, nunca dejó de emular la gestualidad del dandismo ni de contraer más deudas en los bares del Soho londinense donde pasaba el tiempo. La seducción que despertaba su personalidad esquiva y misteriosa lo convirtió en un personaje de culto en una novela de Anthony Powell. Una frase de Richard Fanshawe bien podría definir una etapa del autor: “No soy un soñador, en realidad. Solo soy un tipo duro que vende aspiradoras.” Se sabe que el espíritu del soñador suele parecerse al temperamento de un aventurero. Porque la aventura invita a rehuir de los rituales cotidianos, de las formas establecidas socialmente para encajar en estereotipos aceptables. A la vez que supone el riesgo, la sorpresa de encontrar lo que nadie buscaba. No en vano unos versos de sus contemporáneos y coterráneos, W.H.Auden y Louis Mac Neice, de Cartas desde Islandia, que funcionan como epígrafe de la segunda parte de la novela y que Sukie menciona entre sus lecturas, definen en gran medida la vida de todos aquellos que, como el protagonista de De amor y de hambre, se arriesguen a vivir sin método, ni planes, ni formas establecidas por el uso o las costumbres:
 
«Los aventureros deben tomar lo primero que encuentran
Y buscar sobras donde haya sobras.
Obedecen a un impulso de amor  y de hambre:
No pueden tener muchas pretensiones.”
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