Revista Invisibles
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Año 1 / Número 2 / Junio 2013
cuento

Cómo usar un cuchillo


Presentamos un cuento de Fernanda García Lao que da nombre a su reciente libro, Cómo usar un cuchillo, publicado por Editorial Entropía.

De Fernanda García Lao
Imagen
a) Ella debe estar tirada, sucia, con las piernas violetas y el cuello roto.

b) Él será un asesino de las afueras, con las muelas enterradas hasta las mandíbulas. No importa la edad.

c) Sobre un suelo transpirado, sobre tierra hambrienta, la muerta deberá acomodarse y plegarse. Morirse rápido. 

d) Él se tiene que ir rápido también, con los ojos secos llenos de delirio. Se olvidará el cuchillo en el vientre de ella y no volverá a buscarlo; ella se lo va a quedar bien hundido, clavado como una bandera.

e) Él subirá a un auto, arrancará y estacionará lo más lejos posible. Luego se meterá en la bañera, derramando agua. Se secará y observará con atención si hay sangre en algún sector de su cuerpo. 

f) Pulirse las uñas prolijamente es muy recomendable.

g) Después, vuelva a su rutina, aunque la cara de su muerta se refleje en cada espejo con el que se cruce. 

h) Una vez fallecida, ella deberá esperar a que alguien la encuentre una mañana. Alguien con un perro. Un vagabundo sin interés se quedará mirando y pensará otra muerta.

i) A nadie le gusta ser un cadáver anónimo. Lleve identificación si quiere ser reconocida. Si el perrito la olfatea que no toque nada. Oler sí, más no. 

Recapitulemos:
El homicida encontró un cuchillo cualquiera, afilado. Y se puso a buscar un estómago donde enterrarlo. Un estómago de mujer, adormecido.

j) Por si ella no se dejara, él deberá elegir un campo grande para correr: Si no es aquí, será sobre aquellas matas, tengo quinientos metros seguros, luego están la ruta y el zoológico. El asesino es un simplista, por eso resuelve su vida a cuchilladas. 

k) La víctima tendrá el pelo largo y la boca ancha. Salir a caminar y volver, porque se olvidó un pañuelo; siempre el objeto tiene la culpa, las cosas se confabulan con la muerte. Morir te vas a morir igual, pero te da rabia que te pinchen y te saquen de tu vida que era tuya y no se la prestabas a nadie. La víctima tampoco razona como un filósofo.

l) El suelo estará caliente cuando ella caiga como una torta de crema con los ojos ardiendo, o los oídos tapados, agarrando pedazos de hierba seca y luchando contra el envilecido: se sabe que no hay tiempo, un cuerpo tiene poco tiempo, se mata rápido. Estamos llenos de venitas frágiles y de pronto un demente te derrama y te deja toda al descubierto.

m) Después del crimen, algunos querrán quedarse solos con su muerta, antes de desaparecer. El homicida tradicional necesita perderse con la víctima, egoísta y masturbatorio. Quiere una pareja para clavarle el cuchillo. Sin cuchillo no sabe.

n) Es conveniente levantarse temprano, desayunar poco y caminar con la mirada alerta. 

ñ) Búsquese una piedra y permanezca ahí todo el día. Sin moverse. A la espera. La víctima elegirá el momento.

o) Ningún asesino debería bañarse antes de salir de casa, porque, obviamente, tendrá que hacerlo después y sería un gesto inútil. 

p) Acomódese con el sol de frente, escondido bajo su negro pensamiento. Piense cosas obtusas, construya en su mente escenas macabras. 

q) La víctima llegará sola, poéticamente, y se pondrá frente a sus ojos. Por ahora, se despereza y se rasca. Es tarde y da vueltas, perezosa con el destino. 

r) La víctima tiene que bañarse antes, porque la muerte es brillo.

s) Cuando el sol haya comenzado su huida hacia el oeste, un hombre cualquiera, seguido por un perro, estará metiendo los pies en un río. 

t) Una muerta disponible se peinará y se pondrá los zapatos plateados. Se olvidará la cartera y estará obligada a caminar por la ruta. Sobre unos zapatos afilados como el cuchillo. Decidirá acortar camino. 

u) Cualquier bosquecito oloroso es bueno para esconder el crimen. 

v) El asesino deberá usar un cuchillo acorde con su ira. No importa la empuñadura. La hoja es lo que cuenta. Inversamente proporcional a su delirio.

Ojo si de pronto:
1. El sol desobedeciera su rutina y se acomodara sobre el pelo de ella. El asesino se dormiría acalorado, desperdiciando la escena. 
2. El perro abandonara al vagabundo dueño con un ataque de pánico. Si ladrara y se fuera como loco sin razón, la muerta cambiaría de lado y se iría hacia la piedra del asesino como una sonámbula. Delicadamente, introduciría su mano helada en el saco del asesino y si la hoja afilada no le pareciera muy fría, intentaría clavar y acabaría modificando el hecho. 

Recuerde:
Un criminal quiere matar y ninguna muerta quiere morir, lo que anticipa una batalla violenta. Con los ojos cerrados, él tirará cuchilladas y sacará pedazos de aquella extraña que lo ha seguido. 
El asesino es un muelle de acero, la muerta crujirá como un barco que se hunde y se morirá dos o tres veces. Tantas cuchilladas le han puesto. 

w) Si el asesino se despierta tarde y la encuentra con la mano en el cuchillo, ella deberá clavarle dos veces el corazón. Para quedarse tranquila. Una de rabia y otra por seguridad.

x) Así, con el sol de frente, él morirá y ella abandonará la piedra renovada.
​
y) Si ve a una mujer feliz seguida por un perro, huya. 



* Fernanda García Lao: (Mendoza, Argentina, 1966)
Hija de periodistas que debieron exiliarse en Madrid, vivió en España entre 1976 y 1993. Ha escrito y dirigido varias obras de teatro.  Publicó las novelas Muerta de hambre (Primer Premio Fondo Nacional de las Artes); La perfecta otra cosa; La piel dura; y Vagabundas, ambas en 2011. El cuento que publicamos pertenece a su libro Cómo usar un cuchillo (2013).
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