Año 4 / Número 19 / Diciembre 2016
Cuatro poemas nocturnos
Presentamos una selección de poemas que forman parte del libro inédito Todo lo sólido se desvanece en el arte, donde se percibe cierto tono confesional de una experiencia que celebra la soledad del presente no sin cierto gesto nostálgico por el pasado que alguna vez fue.
I
Es de noche
más bien tarde
no se oyen ruidos que vengan
del mundo
para adoptar en este pequeño
espacio de confort
como si fueran propios
sumarlos de a poco
a los otros ruidos que hay acá
en la casa
llena de cosas vacías
que intentan acomodarse
al silencio o la calma
buscando a tientas
en la oscuridad
una suerte de ritmo ancestral
que exprese todos los sonidos
del mundo
ordenados según su fuerza y pertinencia
para ocupar el rincón elegido
en la pausa del movimiento
o la siesta interminable
de las cosas.
II
Te quedás solo
con tus propios fantasmas
balbuceando
palabras que vienen de lejos
que parecen dictadas por otro
en la tensión constante
de no saber si seguir
o cortar a tiempo
en ese envión enfermizo
que todo lo arrasa
cuando el entusiasmo parece inagotable
y la voluntad cede
de nuevo
una vez más
ante la inercia del movimiento
aunque vos sepas
que el fulgor es transitorio
y la emoción prestada
durante ese cálido rapto de confusión
que mañana vas a pagar
en cada rincón indomable
de tu cuerpo.
Es de noche
más bien tarde
no se oyen ruidos que vengan
del mundo
para adoptar en este pequeño
espacio de confort
como si fueran propios
sumarlos de a poco
a los otros ruidos que hay acá
en la casa
llena de cosas vacías
que intentan acomodarse
al silencio o la calma
buscando a tientas
en la oscuridad
una suerte de ritmo ancestral
que exprese todos los sonidos
del mundo
ordenados según su fuerza y pertinencia
para ocupar el rincón elegido
en la pausa del movimiento
o la siesta interminable
de las cosas.
II
Te quedás solo
con tus propios fantasmas
balbuceando
palabras que vienen de lejos
que parecen dictadas por otro
en la tensión constante
de no saber si seguir
o cortar a tiempo
en ese envión enfermizo
que todo lo arrasa
cuando el entusiasmo parece inagotable
y la voluntad cede
de nuevo
una vez más
ante la inercia del movimiento
aunque vos sepas
que el fulgor es transitorio
y la emoción prestada
durante ese cálido rapto de confusión
que mañana vas a pagar
en cada rincón indomable
de tu cuerpo.
III
No quiero saber
cuáles eran esas cosas
que me gustaban
y repetir la misma ceremonia
para que vuelvan a gustarme
abismado en la noche
cuando uno ya no es el mismo
ni otro
y la serenata inútil de los días
nos volvió más o menos ingenuos
ante aquello que antes nos fascinaba
y ahora apenas
tiene la forma de
un pálido divertimento
que ha perdido vigencia
entre la gente.
IV
Las primeras luces del día
asoman entre edificios
como señales de fin de fiesta
en la mano un encendedor
monedas, llaves
y los restos de algo
que pudo haber sido
pero nunca fue
ni siquiera sabés
cómo volver solo
con esos billetes que te sobraron
arrugados
en el fondo del bolsillo
sabés que nadie puede salvarte
y querés que te lleven a casa
como decía esa canción tan linda
de los ochenta
que tarareaste mil veces
porque otra noche anterior
entendiste
o creíste entender
que siempre se aprende
a salir
pero nunca se sabe
cómo volver
al cielo protector
de la indeterminación
completa del mundo
mientras todos descansan.
No quiero saber
cuáles eran esas cosas
que me gustaban
y repetir la misma ceremonia
para que vuelvan a gustarme
abismado en la noche
cuando uno ya no es el mismo
ni otro
y la serenata inútil de los días
nos volvió más o menos ingenuos
ante aquello que antes nos fascinaba
y ahora apenas
tiene la forma de
un pálido divertimento
que ha perdido vigencia
entre la gente.
IV
Las primeras luces del día
asoman entre edificios
como señales de fin de fiesta
en la mano un encendedor
monedas, llaves
y los restos de algo
que pudo haber sido
pero nunca fue
ni siquiera sabés
cómo volver solo
con esos billetes que te sobraron
arrugados
en el fondo del bolsillo
sabés que nadie puede salvarte
y querés que te lleven a casa
como decía esa canción tan linda
de los ochenta
que tarareaste mil veces
porque otra noche anterior
entendiste
o creíste entender
que siempre se aprende
a salir
pero nunca se sabe
cómo volver
al cielo protector
de la indeterminación
completa del mundo
mientras todos descansan.