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Año 7 / Número 27 / Noviembre 2019
crisis en Bolivia

UNA SEMANA Y MEDIA SIN EVO MORALES
​Imágenes paceñas, imágenes paganas*


El 20 de octubre, Bolivia votó en elecciones presidenciales. Cuando el candidato opositor denunció fraude, el oficialista pidió una auditoría a la OEA, que sugirió una nueva votación. El presidente Evo Morales convocó nuevas elecciones, pero la oposición electoral y territorial forzó su renuncia. Un golpe de Estado de la Policía y el Ejército dejó el gobierno en manos de la oligarquía con liderazgo oriental: el centro del poder pasó de La Paz a Santa Cruz, y una senadora de esa región se autoproclamó presidenta. 

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por Alfredo Grieco y Bavio
Desde La Paz y Buenos Aires

Fue un día sin incidentes. Pero no sin ansiedades: y esa calma no hizo más que aguijonearlas. En las elecciones generales del domingo 20 de octubre se decidía quién sería el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. 7.315.364 millones de personas estaban habilitadas para votar. En La Paz el voto fue masivo como suavemente democrática la conducta de cada votante. La confianza en una cita electoral legítima que su voto legitimaba, la fe colocada en el valor de su asistencia voluntaria a las mesas de votación (aun cuando el voto sea obligatorio), la seguridad de que sólo el recuento de los sufragios daría mayoría y victoria a este o aquel candidato -única expresión de la voluntad popular para configurar el futuro del país-, se debilitaba sin embargo hasta el punto de volver inevitable el resquemor o la sospecha cuando imaginaban qué podría ocurrir al final del día.
La desconfianza en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y la suspicacia de que la votación no fuera invulnerable a un fraude resultó uno de los temas de conversación más reiterados entre quienes fueron a votar, votaran por quien votaran, votaran donde votaran. Nadie se dijo ignorante de las denuncias que invitaban a desconfiar tanto de quienes integraban el TSE como de su connivencia con el poder. El oficialismo aspiraba a perdurar por cinco años más en el poder, y, si fuera posible, a asegurarse la reelección en primera vuelta, sin el engorro del balotaje.
El final del guión era temido, pero la expectativa aumentaba en vez de morir al faltar signos visibles de realización de la profecía. En muchas mesas de votación de la ciudad, después de concluido el tiempo de sufragio, alrededor de las 18:00 horas, el electorado regresó casi en masa a los colegios donde había votado: para controlar el recuento de los votos. Después, fue a reunirse ante las pantallas de televisión a esperar la comunicación oficial de los primeros resultados.
Desde las últimas tres elecciones presidenciales se podían conocer los resultados preliminares el domingo por la noche. Cuando a las 19:40 del domingo 20 los miembros del Tribunal difundieron los resultados de la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) al 83%, en La Paz la mayor parte de la población asumió con seguridad que habría segunda vuelta. Según esos resultados preliminares, al candidato del partido de Gobierno, el MAS (Movimiento al Socialismo), no llegaba todavía al 10% de ventaja necesaria sobre el segundo candidato más votado, de la formación opositora Conciencia Ciudadana (CC).  
El flujo de los datos del TREP se interrumpió después de que los funcionarios del TSE terminaran su conferencia de prensa. No se reanudó la comunicación de nuevos datos.
Rápidamente empezaron a propagarse las primeras opiniones que veían confirmada la profecía del fraude.
Otras opiniones y rumores empezaron a circular después. Aquellas, voluntariamente desatentas a los números del día, más principistas, que remontaban el fraude a la consulta popular del 21 de Febrero de 2016. En aquella fecha, ya lejana, el electorado había opinado que No a una reforma de la Constitución Política del Estado (CPE) de 2009, que contemplaría la reelección presidencial en términos menos restrictos.  
Apenas interrumpida la comunicación de los resultados electorales, una parte de la opinión pública ya opinó lo que nunca habría de dejar de opinar: la elección presidencial estaba ya fatalmente viciada por un fraude en el recuento del cual el responsable más inmediato y determinante (aunque no necesariamente el único) eran presidenta y vocales del TSE.
El presidente Evo Morales, rodeado de sus partidarios, habló desde el Palacio Quemado ese mismo domingo por la noche. Proclamó su certidumbre de que los resultados de ese día le habían asegurado cómodamente su cuarta victoria consecutiva en las elecciones presidenciales bolivianas. Su seguridad llegaba al punto de saber ya que su victoria, gracias al voto rural, sería en primera vuelta.
Carlos Mesa, el más votado entre los tres candidatos opositores, proclamó feliz ante sus partidarios que habían logrado votos más que suficientes para poder desafiar a Morales en una segunda vuelta. 
Los dos candidatos mayores no fueron los únicos en hablar en público al público boliviano. La comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA), invitada por el Gobierno boliviano para fiscalizar la elección, dio a conocer un comunicado donde pedía explicaciones por la interrupción de la TREP. En la ciudad sede de gobierno boliviana, una mayoría se fue a dormir con dudas sobre qué había ocurrido al final del día en y con el TSE.​​​
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Lunes 21 de octubre

Al día siguiente, desde la madrugada, un bombardeo de videos ofrece tan fáciles (como ellas mismas dudosas o aun fraudulentas y en todo caso jamás definitivas) evidencias de fraude. El video de más exitosa viralización muestra una casa llena de ánforas (urnas electorales) en Potosí. Las imágenes, hay que admitirlo, son impresionantes. Dirigentes del Comité Cívico potosino y simples vecinos gritan, la cámara va mostrando ánforas violentadas a la luz escasa, trémula, vibrante de los celulares.
Fraude, fraude, fraude, empiezan a opinar cada vez más personas. La confirmación de una convicción o anticipación querida o temida. Pero también la tesis del fraude erosiona la credibilidad en las elecciones entre quienes todavía no se pronunciaban, o recomendaban esperar investigaciones menos partidistas.
A lo largo del día aparecerán ánforas por toda la ciudad de La Paz. En minibuses, en casas particulares, en autos particulares. El TSE difunde un comunicado aclarando el trasfondo (o la condición de posibilidad) de tanta epifanía. Que no es nuevo, pero tampoco desconocido. Es una rutina de siempre en las elecciones en Bolivia. Una vez labradas las actas y entregadas a la autoridad con la firma aprobatoria de quienes fiscalizaron cada mesa, los notarios electorales se llevan las ánforas y las almacenan hasta que, días después, las entregan al TSE. La aclaración sirve de poco, y además no es algo que en La Paz se ignorara. Cada vez se repite más: fraude, fraude, fraude.
Ya a mediodía el caudal de las convocatorias para manifestarse y protestar había inundado las redes sociales. Según la Autoridad de Telecomunicaciones, para finales de 2018, había 9 millones 450 mil teléfonos móviles activos, mayor a la cantidad de habitantes.
“Bolivia contra el fraude. Concentración masiva. Hotel Real Plaza (ex Radisson). 17:00”, se leía en miles de celulares. Por la tarde, ante este alto hotel céntrico de cadena norteamericana (cuyos dueños eran moonies) hoy nacionalizado, sede del cómputo oficial, grupos de la juventud opositora, agitando banderas bolivianas –la tricolor republicana- gritan a la juventud masista que agitan banderas bolivianas y whipalas –un signo étnico plurimulticultural-. La oposición denuncia fraude, el oficialismo denuncia racismo: el de no aceptar la validez de los votos del área rural. La juventud opositora es más joven, menos india, más profesional-liberal, menos política, más ciudadana, más urbana o suburbana, más paceña y, hasta ahora, más espontánea; la juventud oficialista es menos universitaria, más funcionarial o comercial, menos blanca, más periurbana o alteña, más políticamente encuadrable y encuadrada.
La Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) se reanuda al final de la tarde. Los resultados que comunica son 46.42 para el MAS, 37.06 para CC. La brecha entre las dos formaciones más votadas es cada vez mayor. Y por lo tanto, cada vez más cerca del 10% de diferencia necesario para un triunfo directo en primera vuelta.
Con el crecimiento de la brecha, crece la desconfianza, que ya no era poca, en el Tribunal Supremo Electoral (TSE), y la confianza en que el electorado es víctima de un fraude ejecutado por el TSE y comandado o tolerado por el Gobierno.
Con la intensificación de la desconfianza, se intensifican las protestas. En varias ciudades del país, manifestantes toman las instalaciones del TSE y queman papeletas (boletas electorales) y ánforas. En Potosí los manifestantes que gritan "¡Fraude!" incendian el edificio departamental del TSE.

Martes 22 de octubre
 
Al día siguiente, correrán la misma suerte las instalaciones del TSE en los departamentos orientales de Santa Cruz de la Sierra y Beni.

En la semana hasta el 30 de octubre
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A lo largo de la primera semana de movilizaciones, las protestas urbanas en contra de los resultados aumentan sin detenerse ni perder su ritmo de ampliación social y crecimiento numérico.
En La Paz, al principio el personal de la mayor parte de las movilizaciones está integrado por jóvenes de universidades privadas. Jóvenes que desde barrios más desahogados del Sur de la ciudad, se suben al teleférico –la red pública de teleféricos es orgullo paceño como el metro lo es santiaguino-, para bajarse en la estación del Prado, la avenida que es eje del centro histórico, y allí empiezan a marchar. Se enfrentan a la policía en la plaza Avaroa, en el corazón del barrio de Sopocachi (entre Palermo y San Telmo, buscando equivalencias porteñas), donde está la sede central del TSE.
La represión no es tibia, ni a medias. El gas lacrimógeno recubre varias cuadras a la redonda y desde lejos se escuchan los petardos y las escopetas de gas. A lo largo de las ciudades del país, las movilizaciones crecen en poder y caudal de convocatoria e intensidad. Con el transcurso de pocos días, en La Paz las marchas son muy concurridas. Llegan a cubrir todo el Prado, subiendo desde la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) hasta más allá de la iglesia de San Francisco, en la vecindad de la Plaza Murillo donde están el Palacio Quemado y la Asamblea Plurinacional. 
Desde el principio de la semana, Morales ha ofrecido conferencias de prensa casi todos los días; en su mayoría, temprano por la mañana. En todas denuncia y anuncia un golpe de Estado en ciernes, en ninguna se muestra conciliador, defiende a rajatabla a la presidenta del Tribunal Supremo Electoral, explica que los estudiantes marchan contra el MAS por “platita y notita”.

Jueves 24 de octubre
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El jueves 24 de octubre, por la tarde, la formación opositora que salió segunda en la primera vuelta, Conciencia Ciudadana (CC) da a conocer a la opinión pública sus ‘pruebas’ de fraude. En una larga conferencia de prensa, delante de una presentación en Power Point difícil de ver y de leer, Carlos Alarcón, abogado del candidato Mesa, hace una lista de irregularidades. 
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​Poco después, Gabriela Montaño, Ministra de Salud, convoca a una conferencia de prensa en respuesta a la de la oposición. Con soltura, con facilidad puesta de manifiesto, invalida los argumentos de CC, en todo y en parte.
Esa misma noche, sin embargo, llegará la noticia deseada por el electorado urbano de La Paz, la que confirmará que sus sospechas no estaban inmotivadas. En Televisión Universitaria (TVU), un canal pequeño en el espectro televisivo paceño, de baja audiencia, Ximena Galarza, en su programa Jaque mate, entrevista al ingeniero informático Édgar Villegas. Este joven con pinta de nerd quiere dar a conocer qué resultados arrojó una investigación que llevó a cabo con un grupo de colaboradores, todos profesionales. En una larga entrevista brinda diversas ‘pruebas’ técnicas del fraude. Rápidamente empiezan a circular los mensajes por whatsapp: “Vean el 13”. No son pocos quienes escuchan sus argumentos con admiración y aprobación, porque, dicen, ‘está comprobando el fraude’.
Como dispuesto por una Providencia jamás injusta, en tiempo real, mientras Villegas va mostrando con minucia los resultados de la investigación, la página web del TSE se cae y ya no pueden bajarse los archivos de Excel que discriminaban los resultados de la elección presidencial.
En las redes, la ciudadanía explota. ‘Están borrando las pruebas’. En vivo, Galarza le cuenta esto a Villegas. El ingeniero responde, profesional: ‘No se preocupen, sabíamos que podía pasar esto, tenemos todas las bases de datos bajadas y guardadas”. Aunque no hay público en el estudio, se escuchan aplausos no grabados: parecía que los camarógrafos y otros técnicos del canal aplaudían.
Cuando acaba el programa, empiezan a circular convocatorias en las redes sociales. La grey opositora se desespera, corre la voz ‘Cuiden al ingeniero’. 

Sábado 26 de octubre

Fue recién cuando faltaba un día para cumplirse una semana después de las elecciones, cuando la mayoría de la gente de a pie, y no solo de a pie, se enteró en La Paz de la existencia del presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, Fernando Camacho, quien, sin haber sido candidato, ya era el líder de las manifestaciones opositoras en el resto de Bolivia, y desde luego en el Oriente. Ese sábado, en el Cabildo de Santa Cruz, hizo rezar a los asistentes y pidió que Dios vuelva a Palacio y se destierre a la Pachamama. Los cabildos son asambleas regionales ciudadanas, donde se convoca a la ciudadanía a la vez para unificarla en torno a consignas locales, y dar a conocer el poder de presión de esas consignas a partir del buen éxito de la convocatoria.

Domingo 27 de octubre

La semana muere cuando nace un nuevo rumor, que será un  tópico dominante en redes sociales y conversaciones personales en La Paz: los muertos han votado. Muchas personas ingresan al sistema del TSE los números de carnets de identidad de sus familiares recién fallecidos. Y aparecen sus nombres en mesas de sufragio. La gente se indigna. Nadie aclara si estas personas solamente estaban inscritas en el padrón o si real y efectivamente votaron, emitieron un voto que fue computado como positivo y válido. Algunas personas, sin ser funcionarios oficiales del TSE, ofrecen una explicación plausible pero no confirmada: que el padrón no fue depurado, que ese es el único problema, los muertos no votaron, no podían votar porque estaban muertos, dicen. La explicación no genera una convicción muy generalizada.

Lunes 28 de octubre

La segunda semana de conflicto se inaugura con una ambigua declaración de Morales sobre cercar a las ciudades. En el MAS sostienen que se lo malinterpretó, que solo expresaba y comentaba algo que le mencionaron referentes de algunos movimientos sociales. Muchos medios y redes sociales afirman, no sin poder de síntesis: “Evo llamó a cercar las ciudades”.
Toda la primera semana de conflicto estuvo marcada por marchas de protesta urbanas y bloqueos barriales. Que algunos denostarán como el “bloqueo de las pititas”, en referencia a las formas de interrumpir el tránsito: más que personas, muchas veces las calles están bloqueadas por sogas (pitas), cables u otros objetos. Durante esos días, no había habido reacción de los afines a Morales. 
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​Finalmente, el lunes se manifestaron diversos grupos afines a Evo. En la ciudad se desató la violencia. En varios barrios del Sur y en Miraflores, choferes intentaron levantar los bloqueos, enfrentándose contra jóvenes y vecinos. En el centro de la ciudad, un grupo de mineros recorrió el Prado prendiendo dinamitas que hicieron temblar edificios y provocaron pánico.
Ese lunes dos grandes manifestaciones se congregaron en la ciudad de La Paz.
Miles de personas en el Cabildo, en la Avenida Costanera, en la zona Sur de la ciudad protestan por el supuesto fraude y por tanto ‘en defensa de la democracia’.
Miles de personas en El Alto, declaran ganador a Evo Morales y protestan por el no respeto al voto rural.

Miércoles 30 de octubre

El Gobierno propone una auditoria vinculante llevada adelante por la OEA. Mesa y Camacho rechazan la propuesta. Aunque Mesa había sugerido el día anterior que aceptaría la auditoria, en un comunicado rechaza esta posibilidad arguyendo que no se le han consultado las condiciones de la auditoria. También renuncia la presidenta del Tribunal Electoral de Santa Cruz.
Ese miércoles se registran las dos primeras muertes, en Montero. Son parte del movimiento cívico. Al día siguiente, El Deber publica una nota que afirma que una noticia falsa inició la trifulca en Montero: la foto de un cadáver calcinado, en un incidente ocurrido en México, tiempo atrás, se difundió como si fuera un episodio caliente, cercano, y local. Los periódicos redactan notas y perfiles sobre los dos muertos, ‘Mártires de la democracia’.

Viernes 1 de noviembre

El 1º de noviembre es Todos Santos en La Paz. Con excepción de la zona Sur y de algunos barrios residenciales de clase media como Sopocachi y Miraflores, la ciudad funciona con normalidad. En los barrios populares, la gente compra los enseres rituales y prepara su mesa para los difuntos.

Sábado 2 de noviembre

Al día siguiente, por la noche, desde el Oriente, Camacho, en el Cabildo, que se ha vuelto en Santa Cruz una convocatoria cotidiana, pronuncia un ultimátum de 48 horas para que Evo Morales renuncie. Empiezan las versiones: tiene seguro alguna información comprometedora: ¿Narcotráfico?, ¿Algún video de Morales?

Lunes 4 de noviembre

48 horas después, se esperan las palabras de Camacho a las 19:00. Al final solamente anuncia que llevará una carta de renuncia a La Paz. Mucha gente en La Paz se siente defraudada.

Martes 5 de noviembre

Al día siguiente, Camacho intenta llegar a La Paz. Un grupo de enfurecidos masistas no lo deja salir del Aeropuerto de El Alto. Camacho insiste de nuevo al día siguiente y anuncia que vendrá de nuevo a La Paz, acompañado de Marco Pumari, Presidente del Comité Cívico de Potosí, el otro líder del movimiento pro-renuncia. Muchos jóvenes suben de La Paz a El Alto desde la tarde a esperarlo, a escoltarlo. Camacho recién llega a las 7 y sale por una puerta trasera. ‘La multitud de jóvenes se encuentra rodeada por los masistas’ dicen muchas informaciones. Al final la Policía los refugia en el Aeropuerto y logran bajar a la ciudad horas después. Muchos pintan la situación como jóvenes heroicos contra las hordas del MAS. Otros critican a Camacho, al que tildan de extranjero, y esos jóvenes jailones que lo apoyan en sus afanes racistas y golpistas.

Viernes 8 de noviembre

Al final de la tarde del viernes 8 de noviembre se anuncia el motín policial en Cochabamba, horas después se extiende a otras ciudades. En la mañana del día siguiente, los policías de La Paz se suman al motín. Ese mismo día, turbas y grupos armados queman y saquean casas de funcionarios masistas en el interior del país, en ciudades como Potosí y Santa Cruz. 

Domingo 10 de noviembre

A mediodía, Morales da una conferencia de prensa y ofrece, según la sugerencia de la OEA, celebrar nuevas elecciones presidenciales. La Organización Americana enumeraba en un informe preliminar, que había filtrado la Embajada de EEUU, numerosas irregularidades en la elección del 20 de octubre. Morales acepta esta sugerencia y va más allá: además de convocar a nuevos comicios generales y de renovar a los miembros del TSE, ofrece la posibilidad de no presentarse él como candidato presidencial del MAS. La oposición vuelve a rechazar su propuesta.  
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Poco después, la Central Obrera Boliviana (COB) le pide la renuncia al Presidente. Por último, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman Romero, que hasta entonces trataba a Morales de “Hermano Presidente” y declaraba que la función de las FFAA era “descolonizadora”, le sugiere renunciar. Desde el Chapare, Morales anuncia su renuncia.

Lunes 11 de noviembre
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El primer día sin Morales como presidente, en La Paz despiertan con terror. Bandas y grupos armados han azotado a la ciudad desde diferentes puntos. En la zona Sur, ingresaron por Chasquipampa y quemaron muchos buses Puma Katari, el transporte municipal, apreciado por los paceños (algunos medios hablan de 50, otros de 60). Saquearon también algunas tiendas y farmacias. Asustaron a los vecinos, pateando las puertas, a veces apedreando. Otros atacaron el Mercado de la coca en Villa Fátima y saquearon lugares de acopio. Además, las ‘hordas’ masistas, como empieza a designárseles en medios de comunicación y redes sociales, queman las casas de Waldo Albarracín (Presidente del Comité en Defensa de la Democracia y rector de la UMSA)  y Casimira Lema (periodista de TVU).
En los barrios de la ciudad comienzan las convocatorias para organizarse. A los grupos de whatsapp llegan videos de una enorme masa de personas en El Alto, con palos y piedras, ondeando la wiphala, gritando: “¡Guerra civil!”. Eso cambia todo. En La Paz la gente empieza a asustarse de verdad.
Desde las partes más altas, en todos los barrios de la ciudad, en varias esquinas, se emplazan barricadas utilizando diversos objetos: chapas de zinc, tachos de basira, alambres. Miles de barricadas, esquina por esquina. El resto es la tensa espera de los vecinos en vigilia, viendo noticias en la televisión y el wassap. Muchos ruegan que salga el Ejército. Todo el mundo tiembla ante la llegada de la noche.
Jeanine Añez, senadora del Beni por Unidad Nacional, que por la mañana declaró que le corresponde la sucesión constitucional, en un video exhorta vehementemente al Comandante Kaliman para que los militares salgan a la ciudad a defenderla de las “hordas masistas”. A eso de las 9 de la noche, el Alto Mando Militar da una conferencia donde anuncia que el Ejército saldrá a las calles. Mucha gente en la ciudad respira aliviada, las manifestaciones se dispersan. 
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Martes 12 de noviembre y después

Al día siguiente, en la mañana empiezan de nuevo los videos de cabildos y marchas en El Alto. Hay miedo, pero no es comparable con el pánico del día anterior. Hay voces que dicen que es una marcha pacífica, que son alteños que protestan porque quemaron la wiphala, no son malandrines como los de la noche paceña. Aunque sigue el miedo a las ‘hordas’, hay más tolerancia.
Jeanine Añez juró como presidenta del Estado Plurinacional en una Asamblea Legislativa donde no participaron los asambleístas del MAS; un militar le colgó la banda presidencial, con una Biblia presente en un lugar prominente del salón.
La (auto)proclamación de la Presidenta concitó antagónicas interpretaciones constitucionales. En la ciudad de La Paz, muchas personas celebraron contar con alguien en el poder después de dos días de incertidumbre (y en muchos casos, miedo ante el retorno de Morales). Todo entusiasmo fue menguando, hasta casi desaparecer. Porque la Presidenta nombró a un gabinete cercano a Camacho y a los sectores más conservadores de los partidos de oposición, pero lejano a la formación opositora que había salido segunda según cualquier cálculo en las elecciones presidenciales del 20 de octubre.
El ministro de la Presidencia, Jerjes Justiniano Atalá, es el abogado personal del líder cruceño Camacho; la ministra de Comunicación, Roxana Lizárraga, tiene vínculos con Sánchez Berzaín –temible ministro de Gonzalo Sánchez de Lozada, el expresidente que renunció en 2003 después de masacrar en su gobierno a más de 100 bolivianos; ambos están prófugos desde entonces, asilados en EEUU; cuando Jaime Bayly entrevistó a Lizarraga en su programa de televisión afirmó que llegó a ella a través del contacto de Sánchez Berzain; y el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, ha sido uno de los parlamentarios más críticos al gobierno de Morales.
El Gobierno se ha basado en la amenaza y la fuerza desde el principio. El ministro de Gobierno inició su gestión con una declaración donde afirmaba que iba a “cazar a los sediciosos”. La ministra de Comunicación uso la misma palabra, “sediciosos”, para incluir a los periodistas.
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Las manifestaciones a favor de la wiphala y en contra de la nueva Presidenta crecen cada día. En el Chapare, El Alto y buena parte del área rural, principalmente en tierras altas. Al principio parecía ser una reacción a favor de Morales (y muchos en la ciudad los tildaban de masistas). Pero ahora cada vez más, sobre todo en el caso de El Alto, las marchas tienen antes que ver con reivindicaciones propias, con el miedo a perder derechos adquiridos.
En la ciudad de La Paz, varias de esas marchas que han “bajado” a la ciudad han terminado con violencia. Jóvenes enfrentándose a la policía. Hay videos y arrestos que muestran que hay gente financiando algunas de esas propuestas.  
El Ejército está muy presente en la Ciudad: hace unos días volaban, bajo, los aviones por el centro, hoy había tanquetas en la plaza del Estudiante. Aunque está presente, todavía no ha actuado en la ciudad. Hay algunos informes de que algunas tanquetas llegaron a Mallasa y El Alto, pero falta información absolutamente certera al respecto. Todo es muy confuso.
Mucha gente ha vivido un pánico tremendo por los ataques (a veces reales, a veces imaginados, casi siempre exagerados) que ha sufrido la semana pasada así que agradece la presencia del Ejército y la Policía. Mucha gente sigue obsesionada con Morales y el MAS, así que cualquier cosa es necesaria con tal de detener a los “masistas”. Hoy, por ejemplo, circuló en La Paz un video de unas personas poniendo dinamita a un puente en El Alto. “Malditos masistas, hay que sentarles la mano”.
Donde el Ejército ha sido más letal es en Sacaba. Aún falta toda información precisa, pero nadie duda de que murieron alrededor de 20 personas (las versiones varían sobre el número, no sobre la muerte), todos cocaleros.
El Alto ha declarado un paro cívico, está ‘cercando’ a La Paz. Hay zonas de El Alto que quieren volver a la normalidad, hay otras que quieren seguir bloqueando; hay muchas denuncias de dirigentes que obligan a marchar a los vecinos. 
En la Ciudad ya se siente un poco la escasez: huevo y pollo son difíciles de encontrar.
En La Paz, muchos plantean que hay que resistir ante la arremetida de los masistas y siguen culpando de todo a Morales. Otros denuncian dos violencias del mismo nivel: la del gobierno y el Ejército, y la de Morales y sus “hordas” que intentan instaurar una guerra civil (leen las declaraciones que Morales hace desde México como las de un ambicioso que busca volver al país como sea). Algunos empiezan a arrepentirse y critican al gobierno actual. Hay masistas resignados, que concentran sus esfuerzos también en las denuncias a Yáñez; pero también hay otros que, con medios más o menos legítimos, intentan movilizar a la gente para que vuelva Morales.
Han sido muy poco épicos, estos 28 días. Tristeza, fatiga, susceptibilidad, suspicacia, miedo, disimulo, cuchicheo, gris y medianía: imágenes paganas, imágenes paceñas. 
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Esta narración que empieza el 20 de octubre y que se detiene, sin acabar, casi un mes cumplido después, en noviembre, buscó registrar, semana a semana, y día a día, cuáles fueron aquellas noticias ante las cuales la ciudadanía de La Paz adoptó una posición nueva: no hizo lugar al agnosticismo y se movilizó para una acción en vez de poder abandonar a su curso, una vez emitido el voto en las elecciones presidenciales, al proceso post-electoral y a los instrumentos institucionales para dirimir las diferencias entre los candidatos sobre la mayor o menor honestidad y validez del recuento de sufragios.
En esta crónica, el cronista, presente y ausente, cercano o lejano, buscó tomar toda la distancia que pudo (siempre se puede más, admite), y ser amanuense y relator de decenas y decenas de voces paceñas. Quería limitarse a los hechos incontrovertibles. A sabiendas de que algo así seguramente no existe, a una crónica plural y consensuada. A anotar solamente aquellos hechos públicos y las reacciones privadas (pero hechas públicas al instante por los medios y las redes sociales) a esos hechos de manera que todas esas voces estuvieran de acuerdo sin reparos ni disidencias. Hay más en la historia que lo contado aquí.
Por detrás, obra el dolor sordo al que dieron paso la perplejidad y la incredulidad (o la credulidad).
El estratega norteamericano Edward Luttwak inicia su obra estándar sobre el Golpe de Estado con la advertencia de que los acontecimientos del mayo francés del 68 habían dado una prueba definitiva de que la insurrección de grupos armados opositores con apoyo popular masivo había dejado de ser método viable para establecerse en el poder tras derrocar al poder establecido. En Francia no habría nunca más otra Revolución Francesa, predecía en 1969 en la primera página de Coup d’État: A Practical Handbook. Con la profesionalización de las Fuerzas Armadas, las Fuerzas de Seguridad y la multiplicación de los Servicios de Inteligencia, las insurrecciones destinadas de antemano al fracaso, quedaba una vía lenta de acceso violento al poder, y se inauguraba una muy rápida. Las guerrillas libraban una guerra de desgaste, de aproximación indirecta, de expectativa de oportunidades únicas pero decisivas, de ganar progresivo apoyo de las poblaciones entre las que vivían y latían clandestinas. El Golpe de Estado explotaba la dependencia del gobierno en funciones de los depositarios profesionales del monopolio estatal de la fuerza. Unas pocas horas de acción u omisión de militares o policías puede hacer caer un Gobierno democrático.
¿Qué ocurrió en Bolivia? Nada de lo que la enorme, abrumadora mayoría de los votantes de Morales o Mesa, y de los dirigentes de sus formaciones partidarias, pensó jamás que pudiera ocurrir. El caso boliviano o desmiente a Luttwak o es un ejemplo total de las alternativas de su primera página. Una insurrección de los líderes territoriales del Oriente y de Potosí tomó el poder en La Paz. Lo hizo gracias a un golpe de Estado (antes por omisión policial que por acción militar) y a una guerra de guerrillas relámpago (en inglés fakewar, en boliviano champa guerra): bandas lúmpenes que crean temor y temblor, genuino terror, nada desinteresados saqueos, a los gritos de quienes les dijeron que griten, que no necesariamente son quienes las estimularon y les liberaron el espacio.
La lucha entre masistas populistas fraudulentos y opositores liberales golpistas representa poco y nada la situación actual. La insurrección oligárquica tuvo su apoyo nocturno en la violencia de bandas organizadas o desorganizadas y su apoyo diurno en la juventud opositora liberal que gritaba fraude. Hoy necesita menos del primero, y ha licenciado al segundo. Es inexacto, por incompleto, describir a las movilizaciones indígena-campesinas del Chapare cochabambino o del Alto paceño como la punta de lanza de un Operativo Retorno de Evo Morales. Temen perder o ver drásticamente morigerados muchos derechos adquiridos.
Por último, algo anecdótico, curioso, y francamente irrelevante. Edward Luttwak conoce bien Bolivia, y tiene tierras en el Oriente boliviano.  
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*Esta crónica fue elaborada con el testimonio de diversos ciudadanos bolivianos de diferente extracción política, en virtud de lograr la mayor objetividad en la reconstrucción de los hechos que aquí se describen. Por razones obvias, cada uno de ellos prefirió que su nombre no apareciera mencionado en el texto. Agradecemos su valioso y anónimo aporte. (Nota del editor)
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