Año 7 / Número 27 / Octubre 2019
El apocalípsis del pensamiento crítico
Corazones estallados, del escritor J. P. Zooey, es un lúcido ensayo sobre nuestra época contemporánea y el modo en que el posthumanismo moldea el acceso al conocimiento y la información a través de las tendencias embrutecedoras de las redes sociales, en contraste con las ideas que surgieron con el humanismo durante el Renacimiento.
Para leer Corazones estallados cabalmente, primero necesitamos saber quién es su autor: J.P. Zooey es el seudónimo que usó Juan Pablo Ringelheim -escritor y profesor universitario de la carrera de Comunicación Social- para publicar varias novelas y este libro. Según cuenta Ringelheim en distintas entrevistas, luego de diez años sin revelar su identidad, se dio a conocer mediante un pequeño evento montado en Facebook. El libro va a hablarnos mal de las redes sociales pero su autor no prescinde de ellas.
El prólogo que abre el ensayo describe brevemente el humanismo (sí, la corriente intelectual surgida en el Renacimiento) y cómo sus ideas fueron las que dieron sustento a las democracias nacidas siglos después alrededor del concepto de comunidad. Hay una astucia teórica muy interesante en este gesto de retomar el humanismo, que interpela la sensibilidad de cierto público letrado, ya que los autores humanistas no son lo que se dice populares y menos en los tiempos posthumanos que corren.
Los valores planteados por el humanismo forjaron el nexo necesario para la cohesión a través de la educación, el conocimiento y la sabiduría. Dice al respecto el filósofo alemán Peter Sloterdijk[1]: “La etiqueta “humanismo” nos recuerda -en su falsa candidez- la perpetua batalla por el hombre que se viene librando en forma de una lucha entre tendencias embrutecedoras y amansadoras”.[2]
Lo posthumano, entonces, está asociado con aquello que atenta contra la comunidad letrada y el pensamiento. Es así, que Zooey ubica lo embrutecedor en las redes sociales y las series online, porque dice que son unidades de sentido que no forman a las personas como lo harían las materias de una carrera universitaria. La relación con el esfuerzo que implica cultivarse está rota para el posthumano: lo valioso es juntar likes en una lógica del menor esfuerzo.
Si la comunidad humanista surgió y se consolidó a través de escritos literarios, filosóficos y políticos que nacieron en diferentes países y que funcionaban como cartas en perpetuo diálogo, la comunidad posthumana está conformada por usuarios que también escriben y leen, pero lo hacen como monos. No hay razonamiento en las toneladas de caracteres que se originan diariamente en las redes sociales.
El consumo y la producción de información que circulan virtualmente carecen de sentido crítico. Lo que sí hay son símbolos, manitos, risas y caritas enojadas que expresan ¿emociones? predeterminadas por las plataformas sociales. Estas reacciones, sumadas a la rapidez en la lectura de textos fragmentarios, son solidarias con la falta de profundidad en la expresión y la comprensión de los textos que el posthumano enfrenta.
La falta de un análisis mínimo sobre lo que se lee es caldo de cultivo para sembrar el odio y el individualismo en una sociedad atomizada por el placer instantáneo que nos proporciona la acumulación de corazones y visualizaciones de stories. Las redes nos aíslan de los lazos reales, nos quitan la posibilidad de empatizar con el otro.
Corazones estallados es una invitación a pensar que ilumina estas cuestiones, pero tiene un sesgo polémico cuando asocia lo humano y lo posthumano con determinadas corrientes políticas argentinas actuales. No está mal hecho el ejercicio. Sin embargo, por un lado ancla temporalmente unas ideas que tienen mucho más vuelo que eso; y por otro, fuerza una visión política sin matices. El texto nos dice que hay que ser reflexivos sobre la información que recibimos, porque la duda está en la raíz de cualquier acto especulativo, y en cambio, nos da un juicio cerrado sobre este tema.
Por último, el libro trae al final una entrevista que Juan Pablo Ringelheim le hace a su alter ego, J.P Zooey. Esta contorsión estética funciona como una invitación a relativizar lo que acabamos de leer y suma algunos conceptos que se encadenan con los argumentos desplegados anteriormente. Suena un poco a burla, pero como dice Ringelheim en una nota: no existe discurso que no se funda en el delirio.
El prólogo que abre el ensayo describe brevemente el humanismo (sí, la corriente intelectual surgida en el Renacimiento) y cómo sus ideas fueron las que dieron sustento a las democracias nacidas siglos después alrededor del concepto de comunidad. Hay una astucia teórica muy interesante en este gesto de retomar el humanismo, que interpela la sensibilidad de cierto público letrado, ya que los autores humanistas no son lo que se dice populares y menos en los tiempos posthumanos que corren.
Los valores planteados por el humanismo forjaron el nexo necesario para la cohesión a través de la educación, el conocimiento y la sabiduría. Dice al respecto el filósofo alemán Peter Sloterdijk[1]: “La etiqueta “humanismo” nos recuerda -en su falsa candidez- la perpetua batalla por el hombre que se viene librando en forma de una lucha entre tendencias embrutecedoras y amansadoras”.[2]
Lo posthumano, entonces, está asociado con aquello que atenta contra la comunidad letrada y el pensamiento. Es así, que Zooey ubica lo embrutecedor en las redes sociales y las series online, porque dice que son unidades de sentido que no forman a las personas como lo harían las materias de una carrera universitaria. La relación con el esfuerzo que implica cultivarse está rota para el posthumano: lo valioso es juntar likes en una lógica del menor esfuerzo.
Si la comunidad humanista surgió y se consolidó a través de escritos literarios, filosóficos y políticos que nacieron en diferentes países y que funcionaban como cartas en perpetuo diálogo, la comunidad posthumana está conformada por usuarios que también escriben y leen, pero lo hacen como monos. No hay razonamiento en las toneladas de caracteres que se originan diariamente en las redes sociales.
El consumo y la producción de información que circulan virtualmente carecen de sentido crítico. Lo que sí hay son símbolos, manitos, risas y caritas enojadas que expresan ¿emociones? predeterminadas por las plataformas sociales. Estas reacciones, sumadas a la rapidez en la lectura de textos fragmentarios, son solidarias con la falta de profundidad en la expresión y la comprensión de los textos que el posthumano enfrenta.
La falta de un análisis mínimo sobre lo que se lee es caldo de cultivo para sembrar el odio y el individualismo en una sociedad atomizada por el placer instantáneo que nos proporciona la acumulación de corazones y visualizaciones de stories. Las redes nos aíslan de los lazos reales, nos quitan la posibilidad de empatizar con el otro.
Corazones estallados es una invitación a pensar que ilumina estas cuestiones, pero tiene un sesgo polémico cuando asocia lo humano y lo posthumano con determinadas corrientes políticas argentinas actuales. No está mal hecho el ejercicio. Sin embargo, por un lado ancla temporalmente unas ideas que tienen mucho más vuelo que eso; y por otro, fuerza una visión política sin matices. El texto nos dice que hay que ser reflexivos sobre la información que recibimos, porque la duda está en la raíz de cualquier acto especulativo, y en cambio, nos da un juicio cerrado sobre este tema.
Por último, el libro trae al final una entrevista que Juan Pablo Ringelheim le hace a su alter ego, J.P Zooey. Esta contorsión estética funciona como una invitación a relativizar lo que acabamos de leer y suma algunos conceptos que se encadenan con los argumentos desplegados anteriormente. Suena un poco a burla, pero como dice Ringelheim en una nota: no existe discurso que no se funda en el delirio.
Notas
1. Sloterdijk fue uno de los primeros en advertir la caída de los valores del humanismo a manos de la cultura de masas.
2. Sloterdijk, Peter. Normas para el parque humano. Una respuesta a la Carta sobre el humanismo de Heidegger. Ediciones Siruela, Madrid, 2000. Página 33.
1. Sloterdijk fue uno de los primeros en advertir la caída de los valores del humanismo a manos de la cultura de masas.
2. Sloterdijk, Peter. Normas para el parque humano. Una respuesta a la Carta sobre el humanismo de Heidegger. Ediciones Siruela, Madrid, 2000. Página 33.