Revista Invisibles
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Año 1 / Número 3 / Agosto 2013
sociedad

Cómo drogarse sanamente


El médico especialista en adicciones, Juan Carlos Machado, explica en esta nota los recaudos que debería tener una persona que quiere consumir una sustancia prohibida sobre la que desconoce sus efectos o su justa medida para drogarse sanamente.

Por Juan Carlos Machado
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Droga no mata, dijo la ex modelo Anamá Ferreira en su cuenta de Twitter. Semejante afirmación, viniendo de una persona cuyas dificultades para expresarse correctamente son conocidas por todos, debería tomarse con cierta dosis de escepticismo. Porque Anamá Ferreira integra ese grupo de personas que no siempre dicen aquello que realmente quieren decir. De hecho, la mayor parte del tiempo, suele decir cosas absolutamente contrarias a la idea que quiere formular, tal vez por el esfuerzo que le representa comunicarse en una lengua que no es la suya, y que aún no logra dominar del todo. Es cierto que el consumo de algunas drogas no mata, así como es cierto que otras sí lo hacen y que ninguna parece alargar la vida, aunque algunas la hacen menos aburrida si no nos morimos en el intento. Vale aclarar que el objetivo de esta nota está lejos de confirmar o refutar la afirmación de una gloria bilingüe del modelaje. Por el contrario, se trata de informar al lector acerca de las prevenciones que debería tomar a la hora de consumir una sustancia sobre la que desconoce sus efectos o su justa medida para drogarse sanamente.

Tomemos, por ejemplo, el caso de la marihuana. La marihuana goza de un poder de lobby tan importante como el cuidado del medio ambiente o el judaísmo. En los últimos años, la enorme difusión de su cultivo y consumo se debe a diversos factores: al bajo costo; al efecto sedante que provoca; a que no se conoce una sola víctima mortal por su consumo; y a que muchos países no ven en ella un enemigo a combatir y promueven la despenalización de los consumidores. Esto hace que cada vez sea más fácil estar a su alcance o que un amigo solícito nos ahorre el esfuerzo de conseguir un porrito. Fumarse un porro está muy bien, y hasta sería recomendable que alguien que nunca lo haya intentado se tome la molestia de hacerlo, aunque más no sea para decir que no le gustó o que no le hizo efecto, mientras devora un bizcochuelo con la mirada perdida en la pared.
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Cheech and Chong, el dúo fumón que protagonizó varias películas en los 80.
Simplificando el asunto, hay dos tipos de marihuana: las flores o cogollos de cultivos caseros, y el prensado, más conocido como paraguayo, nombre que debe al país del que proviene.  Las diferencias entre ellas son muchas, pero basta con saber que la primera es más fuerte (por su contenido de THC), con un sabor rico e intenso, que la segunda no tiene. Si el lector tiene la suerte de probar flores por primera vez, debería saber que con tres o cuatro pitadas alcanza para conocer sus efectos. Tenga paciencia, no fume más que eso hasta que sienta un mareo placentero después de unos minutos. Si está en una reunión o en un ambiente con personas desconocidas, jamás acepte el desafío de prender un porro armado con flores. Sus pulmones no están acostumbrados a eso y terminará tosiendo como un pelotudo, pidiendo un vaso de agua mientras se golpea el pecho y la gente lo mira como un drogadicto perdido o un chimpancé alzado.
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Si se trata de un porro paraguayo, puede prenderlo, darle unas cuantas pitadas y hasta tomarse la libertad de decir que tiene gusto a tierra o a culo de mandril africano. El efecto tardará unos diez o quince minutos en llegar, por eso no debe fumar una pitada detrás de otra diciendo: “esto no pega, no me hace nada”. La historia universal está plagada de incautos a los que les bajó la presión por creer que la marihuana no surtía efecto. Dróguese con moderación o será objeto de burlas justificadas. Y recuerde que la clave para ser un drogadicto respetable (suponiendo que exista algo así) consiste en hacerlo con disimulo, sin que el mundo sepa lo que usted se mete en los pulmones, la nariz o el ojete. Si fuma marihuana por primera vez, tenga en cuenta que puede provocarle tres estados: sueño, risa o hambre. Cualquiera de las tres puede transformarse en una molestia si no está en su casa, con una compañía agradable y la heladera llena. Digamos que todos los consejos se resumen a: procure no quedar como un idiota siempre que pueda evitarlo.
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Si tomamos por caso el LSD, también conocido como ácido o pepa, debería tener en cuenta que no se fuma sino que se pone debajo de la lengua hasta su disolución. El efecto tarda mucho más en llegar que el de la marihuana y es mucho más fuerte. En promedio, calcule entre 30 minutos y una hora. Comience probando un cuartito: corte el cartón del ácido en cuatro, empiece con una de esas partes. Si ya pasó una hora y no está explotando huevos de campo contra su cabeza, mientras grita en el balcón “Menem fue el único patriota”, aumente la dosis. Vaya de a poco. No es bueno subestimar el efecto de una droga que desconoce.
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Es sabido que el ácido se disfruta más de día y al aire libre, en medio de la naturaleza y acompañado de amigos. Suele ser una droga introspectiva, por eso no es recomendable probarlo de noche en un monoambiente, después que lo hayan echado de su trabajo. Coger de pepa está bueno, siempre y cuando lo haga callado, y con un ser humano. Jamás tome un ácido entero si no lo hizo antes sin padecer efectos nocivos. Como mucho, puede tomarse la mitad de un cartón, y vaya viendo, si es que puede ver algo. Recuerde que nunca verá dragones o monstruos, salvo que se cruce con un espejo o con Rolando Graña.
Por último, resta mencionar la cocaína. Si usted juega bien al fútbol, lo peor que puede hacer es pensar que su consumo lo hará jugar como Maradona. Ahórrese un disgusto. La cocaína y la destreza física no van de la mano. Y, como todo el mundo sabe, su consumo excesivo puede matarlo mientras usted piensa que está viviendo un fin de semana “variadito, variadito”. Es la más adictiva de las drogas mencionadas (incluso más que el candy crush), la más cara y la menos social. Seguramente le quitará el sueño, pero también le quitará otras cosas. Supongamos que no conoce el límite hasta el que es recomendable llegar. Debería saber que si le cuesta expresarse claramente porque su mandíbula está anestesiada, como la de Bebe Contepomi,  y siente un poco de taquicardia, es momento de parar. El problema es que no podrá parar cuando usted lo desee sino cuando se acabe. Y nunca olvide que el pase más rico es el que le convidan y el más feo es el que debe comprar.

La cocaína tiene un rasgo funcional “positivo” que es el de contrarrestar el efecto de una borrachera inminente. Más allá de eso, puede convertirse en un problema mayor que pagar dos expensas juntas. Suele ocurrir que bajo sus efectos usted encuentre una explicación y una solución a todos los problemas del mundo, y al otro día todas sus ideas le parezcan ridículas o ni las recuerde. Mejor así. Si, por el contrario, ya conoce sus efectos, su límite y la manera de consumirla sin que represente un problema para los otros, ignore todo lo que ha leído.  

Después de todo, es bueno saber que la realidad es la puerta de entrada a las drogas. Y si la vida que lleva adelante no le ofrece motivos para escapar de ella, siga por la senda del bien.  Aproveche que las leyes del azar lo han favorecido con la suerte. Estos consejos no fueron pensados para usted. 




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