Año 8 / Número 28 / Mayo 2020
Bienvenida al Consejo de Administración
Pequeña obra maestra del absurdo, “Bienvenida al Consejo de Administración” fue escrita en 1964 e incluida en el libro de 1967 del mismo título. El directivo del Consejo de Administración de una sociedad –ese grupo de personas elegidas por los accionistas de una empresa para promover sus intereses a través del gobierno de la empresa, que tiene entre otras funciones contratar y supervisar a los directores ejecutivos– da la bienvenida a quienes, en plena tormenta de nieve, acudieron a conversar acerca del estado financiero de la empresa. Pero este directivo con dotes narrativas no puede dejar de prestar atención a los detalles superfluos, secundarios al fin que los reúne en condiciones tan incómodas y extremas.
Peter Handke (Griffen, Austria, 6 de diciembre de 1942), obtuvo el Premio Nobel de Literatura 2019, vive desde 1970 en París. Tradujo del francés obras de Emmanuel Bove, René Char, Jean Genet, Julien Green, Patrick Modiano y Francis Ponge, entre otros.
Guillermo Piro
Señores, aquí hace mucho frío. No sé cómo explicar esta circunstancia. Hace una hora llamé por teléfono desde la ciudad para saber si estaba todo listo para la sesión; lamentablemente nadie respondió. Vine aquí a toda prisa buscando al portero; no lo encontré ni en su garita ni abajo, en el sótano, cerca de la estufa, como tampoco en el atrio. Al final encontré a su mujer en esta sala: estaba sentada en un banquito, en la oscuridad, con la cabeza entre las rodillas y las manos cruzadas detrás de la nuca. Le pregunté qué había pasado. Inmóvil, me respondió que su marido se había ido; un auto había atropellado a uno de sus hijos mientras andaba en trineo. Ese es el motivo por el que las habitaciones no están calefaccionadas; por eso les ruego que tengan paciencia, lo que tengo que decirles no durará mucho. Tal vez es mejor que se acerquen un poco con las sillas para no obligarme a gritar; no quiero dar un discurso político, sino tener una charla sobre el estado financiero de la sociedad. Verdaderamente lamento que los vidrios de las ventanas hayan sido destruidos por la tormenta; aunque antes de que ustedes llegaran, junto con la mujer del portero cubrí los agujeros vacíos con esas bolsas de plástico, para que no entre la nieve, como pueden ver no conseguí impedirlo completamente. Pero no se dejen distraer por el susurro de la nieve y déjenme presentarles el resultado del examen del balance; no hay muchos motivos de preocupación; puedo asegurarles que la gestión societaria de la dirección es legalmente incuestionable. (Les ruego que se acerquen un poco más si no me escuchan.) No puedo más que lamentarme por tener que dirigirles mi saludo en estas condiciones: esto no habría resultado así si el niño no hubiese pasado con su trineo justo delante del auto; la señora, mientras valiéndose de unos cordones colgaba una bolsa de plástico de la ventana me contó que su marido, de pronto, había lanzado un grito desde el sótano, adonde había bajado por carbón; ella misma estaba aquí en la sala acomodando las sillas para la sesión; de pronto había oído gritar a su marido; me dijo que se había quedado inmóvil largo tiempo, escuchando, en el sitio en que había sido alcanzada por el grito. Luego su marido apareció en la puerta, con el balde de carbón aún en la mano; dijo en voz baja, mirando de soslayo, lo que había pasado; la noticia se la había dado su segundo hijo. Dado que el portero, ausente, tiene la lista de sus nombres, voy a saludarlos a todos a medida que los vaya reconociendo y a medida que vayan llegando. Dije: como los vaya reconociendo y como vayan llegando. (Es el viento.) Les agradezco que hayan venido a la sesión con este frío y con esta nieve; es un largo camino hasta aquí. A lo mejor se imaginaban que iban a entrar en un sitio con la ventanas cerradas y reunirse y calentarse junto a la estufa; en cambio todavía tienen puestos los abrigos sentados alrededor de la mesa y todavía ni siquiera se derritió la nieve que se desprendió de sus suelas cuando entraron y se dirigieron a sus sillas; ni siquiera hay una estufa en esta sala; sólo se ve un agujero negro en la pared donde estaba el tubo cuando esta sala y esta casa aún estaban habitadas. De todos modos les agradezco que hayan venido; les agradezco y les doy la más cordial bienvenida. ¡Les doy la más cordial bienvenida! En primer lugar quisiera saludar al señor sentado cerca de la entrada, donde antes estaba en la oscuridad la mujer del campesino; saludo al señor y le agradezco su presencia. Cuando unos días atrás recibí la carta certificada con el aviso de esta sesión, en la que se examinarían las cuentas de la dirección, a lo mejor consideró que la cosa no era necesaria, tanto más si hacía frío y nevaba desde hacía mucho tiempo; pero luego debe de haberlo atravesado el pensamiento de que algo no funcionaba en la sociedad, la sospecha de que las estructuras crujían de manera sospechosa. Decía, tal vez creía que las estructuras crujían. No, las estructuras de la sociedad no crujen en absoluto. (Disculpen, que tempestad del demonio.) De modo que se puso en viaje desde la ciudad con esta nieve y con este frío para asistir a la sesión; tuvo que dejar el auto en el pueblo; sólo hay un pequeño sendero que lleva hasta la casa. Se quedó sentado en la posada leyendo los artículos de economía del diario hasta que llegó la hora de venir a la sesión. En el camino se encontró en el bosque con otro señor ya en marcha para la sesión; éste estaba apoyado en un cartel indicador y tenía en una mano el sombrero y en la otra una manzana helada a punto de llevársela a la boca; tenía nieve en la frente y en los cabellos. Decía: la nieve se amontonaba en sus cabellos y comía una manzana helada. Cuando el primer señor lo alcanzó, se saludaron y el segundo sacó del bolsillo del abrigo otra manzana y se la ofreció al primero; a éste en ese momento, a causa de la tormenta, el sombrero se le voló de la cabeza, y ambos se pusieron a reír. Ambos se pusieron a reír. (Acérquense un poco más, de lo contrario no van a oír nada.) Y luego está la estructura que cruje. No es la estructura de la sociedad la que cruje, todos ustedes recibirán los dividendos correspondientes al año comercial en curso; tenía intenciones de comunicárselos hoy en el curso de esta sesión extraordinaria. Mientras los dos subían juntos en medo de la tormenta de nieve, en el pueblo la limousine con los otros señores ya había llegado. Metidos en sus abrigos negros que se hinchaban haciéndose más pesados, se habían puesto detrás del auto, al reparo del viento, discutiendo si tenían que subir a la casa rural en ruinas. Dije casa rural. Aunque tenían mucho que objetar sobre la caminata, uno de ellos disolvió el temor de los demás aduciendo la preocupación sobre las condiciones de la sociedad; y después de haber leído en la posada los artículos de economía, se pusieron en camino hacia la sesión guiados por la sincera preocupación por la sociedad. Al principio hundieron enérgicamente los pies en la nieve; luego comenzaron a arrastraste fatigosamente creando así poco a poco un sendero. De pronto se detuvieron y, como ustedes recordarán, miraron el valle que habían dejado atrás: del cielo oscuro caían sobre ellos los copos de nieve; delante de ellos vieron algunas huellas, una de las cuales llevaba hacia abajo y ya casi resultaba invisible: era la huella del campesino que había bajado corriendo después de haber sabido del accidente de su hijo: varias veces había caído hacia adelante, sin protegerse el rostro con las manos; a menudo había quedado obstinadamente quieto en medio de la nieve y el frío; a menudo se había puesto de rodillas con los dedos temblorosos; a menudo, luego de haber caído, había saboreado los copos amargos con la lengua; a menudo había gritado bajo el cielo tempestuoso. Repito: a menudo el campesino había gritado bajo el cielo tempestuoso. Ellos notaron también otras huellas que subían hacia la casa rural en ruinas, las huellas de dos señores que engullían esos verdes bocados vítreos y avanzaban en medio de la tormenta conversando sobre la situación de la sociedad y sobre el aumento de capital a través de la emisión de nuevas acciones. Al final llegaron todos a esta casa cuando era ya noche y entraron por el portón abierto; los dos primeros ya estaban sentados y tenían, como ahora, sus libretas sobre las rodillas y el lápiz entre los dedos. Esperaban que comenzase mi discurso de bienvenida para poder tomar apuntes. Doy la bienvenida entonces a todos ustedes y les agradezco que hayan venido; doy la bienvenida a los señores que comen las manzanas heladas tomando nota de mis palabras; doy la bienvenida a los otros cuatro señores que atropellaron con su limousine al hijo del campesino avanzando a toda velocidad por el camino nevado que lleva al pueblo: el hijo del campesino, el hijo del portero. Ahora crujen las vigas; cruje la estructura del techo, es el peso de toda la nieve que ha caído, no cruje la estructura de la sociedad. El balance es positivo; no han tenido lugar maniobras sospechosas en la administración de la sociedad. Sólo se curvan las vigas del techo, la estructura que cruje. Quisiera agradecer al campesino por todo lo que hizo por nuestra sesión: los días precedentes vino hasta aquí desde su propiedad con una escalera para darle una mano de cal el salón; llevaba la escalera en un hombro, sosteniéndola con el brazo doblado en ángulo recto, y en la mano izquierda llevaba el balde lleno de cal donde estaba sumergido un pincel con el mango roto. Con éste pintó luego las paredes, después de que sus hijos con sus trineos llevaron al patio la leña que amontonaron hasta la altura de las ventanas. El balde en una mano, la escalera en la otra, el campesino subió hasta aquí con dificultad y preparó incansablemente la sala para esta sesión; los niños corrían delante de él gritando en sus trineos y le allanaban el camino; sus bufandas ondeaban al viento. Todavía podemos ver en el suelo los círculos blancos que se superponen: allí el campesino posaba el balde cada vez que bajaba de la escalera para pintar el tramo siguiente de pared; los círculos negros que se ven a la entrada, por donde ahora hace su ingreso la nieve fina como el polvo, fueron producidos por la olla con la sopa hecha al fuego que la campesina traía a la hora del almuerzo: los tres se sentaban en el suelo o bien se ponían en cuclillas e introducían ruidosamente sus cucharas en la olla; mientras tanto, la campesina permanecía al lado de la puerta, con los brazos colgando a los lados sobre el vestido y cantaba la canción popular de la nieve, mientras los niños se llenaban siguiendo el ritmo y moviendo de un lado a otro continuamente la cabeza. (Les ruego que no se agiten: no hay ningún motivo por el que ustedes deban preocuparse por la sociedad; lo que oyen crujir es la estructura del techo, es el peso de la nieve sobre el techo lo que hace crujir la estructura de las vigas.) Por lo tanto agradezco al campesino por todo lo que hizo; lo saludaría si no estuviera en el pueblo junto a su hijo atropellado, saludaría también a la campesina y le agradecería, así como también a los niños, a quienes agradecería afectuosamente por todo lo que hicieron por esta sesión. Les doy las gracias a todos ustedes y los saludo. Pero les ruego que permanezcan en sus lugares para que al caminar no se tambalee el techo. ¡Maldita tormenta! Dije: maldita tormenta. Permanezcan tranquilos en sus lugares. Les agradezco a todos que hayan venido y los saludo. Es sólo la estructura que cruje. Dije la estructura que cruje; dije que deberían permanecer tranquilos en sus lugares para que el edificio no se venga abajo. Dije que dije que deberían permanecer tranquilos en sus asientos. ¡Dije que dije que dije que deberían permanecer en sus lugares! ¡Los saludo! Dije que dije que los saludo. ¡Saludo a todos ustedes, que vinieron por sus dividendos! ¡Los saludos a todos! Los saludo. Los...
(1964)
Traducción: Guillermo Piro