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Año 6 / Número 23 / Septiembre 2018
ensayo

¿Ateo? ¡Por supuesto!



​En el otoño de 1956, Karlheinz Deschner (autor de una monumental Historia criminal del Cristianismo) le pidió a cincuenta escritores de lengua alemana que participaran de una encuesta, invitándolos a responder a la pregunta que daría título al volumen 105 de la editorial Paul List: ¿Qué piensa usted del Cristianismo? (Was halten Sie vom Christentum?), que saldría al año siguiente y que incluía textos de Hermann Kesten, Heinrich Böll, Hans Erich Nossack, Joachim Maass, Joseph Bernhart, Martin Kessel, Wolfgang Weyrauch, Max Brod, Arno Schmidt, Hans Urs von Balthasar, Hans Georg Brenner, Johannes Urzidil, Arnold Zweig, Ludwig Marcuse, Stefan Andres, Heinz Risse, Robert Neumann y Axel Engelbrecht. De los dieciocho que respondieron, cinco eran cristianos (entre ellos Heinrich Böll y Urs von Balthasar), los otros (entre los que se encontraban Arnold Zweig, Max Brod y Ludwig Marcuse) no; de la contribución de uno de los más importantes escritores alemanes del siglo XX, Arno Schmidt, se publicó un extracto en el diario Die Welt del 21 de diciembre de 1957.
En el clima imperante en la Alemania de Adenauer (cuando la prioridad era la restauración del país, en plena Guerra Fría, en la que la República Federal de Alemania se alineó al lado de los países occidentales y en contra del bloque soviético, cuando se abrió el camino para el rearme del país, la creación del Ejército Federal Alemán –Bundeswehr–
 y el ingreso a la OTAN), la pregunta de Deschner ponía en evidencia problemas ligados a la esfera política y a la fe. El aporte de Schmidt resulta un panfleto hilarante y corrosivo a favor de una sociedad laica, o mejor atea, desmilitarizada, lejos de la tiranía de la superstición del absolutismo religioso. Esta es la primera vez que el texto se traduce al español.
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                                                                                                     Guillermo Piro


Por Arno Schmidt
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"La Biblia es un libro escrito por los hombres, como todos los libros. Hombres que eran un poco más espontáneos que nosotros, pero también mucho más ignorantes." Arno Schmidt
1.  Una vez más ha llegado la hora de hacerle saber al Cristianismo lo que piensa de él alguien neutral; hoy, frente a un ciclorama de sínodos y buscadores de Dios, figuras con la frente nublada por escolásticos ceñudos, infalibles, censores, senescentes y otra vez “Señor de los ejércitos”: [1] tuve que llevar por ellos ese cinturón: Gott mit Uns [2] recitó durante seis años en mi panza inocente: quiero subrayarlo, ¡yo no lo tenía en la cabeza!

2.  Por lo tanto mi respuesta a la pregunta “¿Qué piensa usted del Cristianismo?” es: “¡No gran cosa!”
  
3.  Los motivos que (para mí) bastan son de tres tipos: en primer lugar el carácter dudoso de los documentos de origen (o sea la Biblia; que anda por ahí a los tumbos, no hace falta leer tanto). / Luego la personalidad (para mí) insatisfactoria de Jesus de Nazareth. / Finalmente el examen de los efectos del Cristianismo en su esfera de influencia (y fuera de ella: the white man burden) [3] durante los dos últimos milenios. / Avanti! [4]
 
4. Mientras tanto se proclama como fuente purísima de “verdad divina”, como norma sagrada de la “perfectísima moral”, como pilar de religiones de Estado un libro que, como mínimo, tiene 50.000 variantes textuales (por lo tanto, haciendo un promedio, ¡30 pasajes controvertidos por página!), cuyo contenido está repleto de contradicciones a menudo oscuras, a menudo relativas a la vida extra-palestina, donde el hombre honesto que sale de ellas (en parte ya antes y mejor conocido) se apoya en las razones insostenibles de un lúgubre y sospechoso entusiasmo teosófico: ¡mientras tanto nos merecemos los regímenes y las situaciones que tenemos!
    Los teólogos quieren a toda costa hacer de la Biblia un libro en el que no exista un sólo juicio humano. Se nos erizan los pelos de sólo pensar en la profusión de tiempo y esfuerzo necesarios para explicarla. ¿Y al final cuál será, después de milenios, para cualquier crítico imparcial, el fin del principio, fruto obvio de todas las fatigas? Solamente esto: la Biblia es un libro escrito por los hombres, como todos los libros. Hombres que eran un poco distintos de nosotros, porque vivían en condiciones un poco distintas, que en algunos casos eran un poco más espontáneos que nosotros, pero por cierto también mucho más ignorantes. En suma, se trata de un libro normal, en el que hay cosas verdaderas y cosas falsas, cosas buenas y cosas malas. Cuanto más la exégesis hace de la Biblia un libro absolutamente común, más nos captura, y sin el obstáculo de nuestra educación, de nuestra invencible incredulidad y del estado actual de los hechos, todo esto habría ocurrido hace tiempo. [5]
     He aquí algunos del centenar de ejemplos que se ofrecen al sano intelecto humano y a la juventud en flor, no sé si para formarla o confundirla:
     Lot comete incesto con sus propias hijas estando muy borracho; ¡y eso que es el hombre más timorato de la ciudad! / José, el niño travieso de papá, se vuelve ministro egipcio gracias al discutible talento que había cultivado en casa. Llena los depósitos en los años buenos: ¡muy encomiable! ¿Pero después qué hace? ¿Salva al país, que está en las últimas, “en paz y  libertad” y se vuelve su benefactor? – Para decirlo brevemente: ¡lo reduce a la esclavitud! Pero antes hay que pagarle el grano al precio de usurero; luego los habitantes llevan las cuatro cosas de valor que les quedaron; luego son obligados a vender sus terrenos; al final se dedican voluntariamente a la servidumbre: “El asunto pareció bien a Faraón y a sus siervos”: [6] ¡pero éste es un ministro de economía! ¡En los anales de la humanidad no hay noticias de un sinvergüenza más grande! ¿¿Y se lo erige como modelo de la juventud y del pueblo creyente?? ¿¡ A lo mejor piensan que no tenemos ni ojos ni orejas!? / Saúl, el larguirucho magnánimo y real, es rechazado porque en opinión de Samuel es un profeta que no “destrozó” lo suficientemente bien a los Amalecitas; [7] es decir que no aniquila según precepto. Aquí, en verdad, es más fiel a los sacerdotes el hijo pequeño de Isaí; [8] el que seduce a las mujeres; que cuando se da cuenta elimina a los 7 príncipes de la Casa Real precedente; que hace despellejar a los enemigos muertos y que a los que aún están con vida fuerza “a trabajar con sierras, picos y hachas de hierro, y a trabajar en los hornos de ladrillos” –pero que por eso después resulta designado “un hombre del agrado del Señor”: [9] ¡¡el cielo me libre de convertirme en un hombre del agrado del Señor!!
   ¿Es un tremendo “dictado por Dios”o una simple comunicación epistolar cuando Pablo escribe: “Tráeme, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y también los libros”? [10] Con los escritores de hoy siempre se está listo para perseguir legalmente “por pornografía, blasfemia y similares”, [11] especialmente si el pobre en cuestión no resulta miembro del partido de turno en el poder; pero luego, por no proceder también contra las descripciones que anualmente se difunden de a millones en todas las lenguas, descripciones en las que, más que en cualquier realista moderno, “los pechos se desarrollan” y “brota el pelo púbico”. Y todo abundantemente “manoseado” por amantes que extrañamente “son vistos como codiciables”, por “rufianes cuya lujuria es como el ardor carnal de los asnos y cuyas eyaculaciones eran como la de los caballos” [12] y “las venas de sus vergüenzas están duras como ramas” [13] … ¡Padres, lleven a los niños adentro! (¡que los actos obscenos simbólicos o culturales, si queremos manejar el concepto en el plano literario y penal, queden como actos obscenos!) ¿O el naturalia non sunt turpia [14] es acaso una prerrogativa cristiana y Goethe y Hemingway no son más que un par de cerdos?)
   Debo agregar que de la misma Biblia se pueden tomar tesis y ejemplos equivalentes: pro y contra la guerra y la paz; por la mono o la poligamia (y eso que aquí omitimos esas finuras autorizadas por Dios: levirato y uniones sádicas, rapto y venta de esposas, esclavas, concubinas y “matrimonios por tiempo determinado” –¡peor que en la rojísima Rusia!) / tanto por la más amena lujuria oriental como por la autocastración de los Skoptsy; [15] / in coena domini se maldice periódica, mutuamente, / los mormones se definen como cristianos y lo prueban con muchas de aquellas citas bíblicas que provocan mareos; / además las infinitas contradicciones internas, también en los Evangelios y en los Wolfenbütteler Fragmente: [16] ¡allí no se trata de una “verdad simple, limpia, fácil de comprender”! (¡y aquí pongo súbitamente en guardia a todos los “serios biblistas” de las versiones actuales! La poética y encantadoramente errada “choza nocturna en los jardines de zapallos” de Lutero resulta ser, en el texto original, a los efectos venatorios una “garita levantada en medio de una plantación de pepinos”; [17] y así sucesivamente, aún dentro de las definiciones más sagradas. Por eso: ¡huecas!) (No es que entre mis libros de consulta no haya Biblias: leo sin duda el “Gran Libro”, las “Llaves de San Pedro”; ¿quién podría pasarlos por alto dada la siempresanta incidencia global que ha tenido? Pero presto atención a sus voces, amenas y falsas, sólo en sentido histórico-literario; como pasa con todos los otros gritones: el alboroto fanfarrón de Gilgamesh, las ardientes gravedades del Corán, la dócil cháchara sabia de Buda [pero prefiero el Cándido y el Tristram Shandy, lo confieso abiertamente; y también Shakespeare y Don Quijote, obvio].)

5.   ¡La personalidad del hombre, que sigue dando nombre al 30 por ciento de la humanidad, no me satisface! 
     ¿Qué diríamos hoy si apareciese un joven proveniente de cualquier irrelevante Estado enano, de uno de esos que aún permanecen en pie, y no sólo “económicamente subdesarrolladas”, regiones orientales, dueño de ninguna de las grandes lenguas de la cultura, totalmente ignorante de todo lo que han producido en milenios la ciencia, el arte, la técnica, sin contar las religiones anteriores –y uno así se presentase ante nosotros con palabras graves: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”? [18] Ante todo deberíamos hacernos traducir fatigosamente el dialecto bárbaro por un intérprete al que habríamos hecho venir a tal efecto– le aconsejaríamos, entre divertidos y asombrados: “Jovencito, primero viva y aprenda, y luego vuelva dentro de 30 años, ¿le parece?”
     Pero este fue precisamente el caso de Jesús de Nazareth: no entendía ni el griego ni el romano, las dos lenguas en las que desde hace cientos de años cualquier cultura digna se basó (¡y se sigue basando!). Ignoraba tanto a Homero como a Platón, tanto a Fidias como a Eratóstenes; ¡para mí todo lo que dice gente como esa resulta inaceptable desde el vamos! ¡Antes de juzgar algo debo al menos haberlo entendido! (Él mismo parece haber tenido sus momentos mediocres, en los que mezquinamente declaraba que todos los que no eran judíos eran “perros”, y “Fui enviado para ayudar solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. [19] Por eso: “Por aquel lado, ustedes, ovejas, por aquel lado”.) Para demostrar la insuficiencia de la alta moral anunciada por él, considerando al que dice de sí mismo que es extraordinario, tenemos a disposición comparaciones como éstas: qué maligno y peculiar contraste nos ofrece el relato “evangélico” de la “pesca de Pedro”, [20] que el Redentor bendice con un milagro que se manifiesta con los botes que repletos del botín casi hasta hundirse –con la mesura del gran pagano Pitágoras, que le compra a los pescadores el fruto extraído mientras la red se encuentra aún en el agua; ¡¡y libera a todos los animales aterrados!! [21] ¿Quién de estos dos podría con más razón ser llamado un “hijo de Dios”? (de los que para mí hay, por cierto, demasiados: ¡en la Antigüedad aparecían en las mejores familias!) Si Cristo en una ocasión incomparable como esta –¡donde el principio loco de un mundo cuyos seres vivientes existen para devorarse uno al otro estaba concretamente delante de sus ojos!– hubiese al menos murmurado una desolación: “Si un Dios ha creado este mundo no querría ser este Dios; ¡vuestra miseria me rompería el corazón!” – ¡entonces sí! Pero para esto evidentemente había que esperar a que llegase el “ateo” de Schopenhauer. (O como anotó Lichtenberg en un libro secreto: “Para saber hasta qué punto Dios puede ser reconocido en el mundo: ¡muy poco!: ¡podría ser un desastre!”)
 
6.    Como otra serie de criterios: ¿aumentó el Cristianismo en el mundo la suma de lo bueno / verdadero / bello?
  
7. ¿Algo bueno? ¿Cuántos rearmes, cuántas guerras, cuántas atroces crueldades ha eliminado o al menos impedido el Cristianismo? ¡Al contrario! ¡Fue siempre “razón suficiente” de nuevas, hasta entonces inauditas danzas de espadas, como las Cruzadas, la Guerra de los Treinta Años o los Albigenses: cuando los mismos soldados expresaron su preocupación porque con los “culpables” (= no católicos) podían morir también inocentes, el legado pontificio los tranquilizó: ¡Mátenlos y basta! ¡El Señor reconocerá a los suyos! [22] ¡¡Pueblos, escuchen también estas señales!! [23]
   ¿Tolerancia? ¡Sólo la predicaban cuando no estaban en el poder! Hasta entonces lo que valía era el “compelle entrare”, [24] con la hoguera como argumento supremo; ¡oh, pobre Giordano Bruno! ¡No esperen que hable con respeto de un sistema que ejerció la censura contra Lessing porque consideraba que la resurrección era una invención del joven Cristo y porque para él todas las religiones positivas eran igualmente dudosas! Un sistema que contempla el infierno eterno como institución fundamental –¿qué otra cosa es el infierno​cristiano, si no un campo de concentración, sobre todo para quien piensa distinto? ¡Pero compárese solamente el horrendo Manual dantesco para comandantes de las SS!– y no exclusivamente como teórica institución ultraterrenal (en relación a eso siempre se podría pasarlo por alto alzando de hombros); pero sobre todo como elemento integrante del “Reino del amor” de este mundo, que reaparece continuamente como Inquisición de cualquier tipo (también los protestantes hicieron de las suyas quemando herejes; sólo recuerdo a Servet y las persecuciones inglesas de los católicos bajo Carlos II): ¡en realidad todo hombre de bien (según mi modesta opinión) debería aborrecer un sistema como ese!
    ¡No hace falta haber estudiado a fondo las cuestiones políticas, mucho menos la historia de la Iglesia, nada de nada al gran Brehm, [25] para estar llenos de amargura contra el Cristianismo!
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8.  ¿Algo verdadero? La investigación de Jesús, como se ha visto, ignorada tanto en el método como en los sectores y en los resultados ya entonces disponibles, y por eso en absoluto considerada y definida, como máximo, “vanidad”, estuvo después constantemente obstaculizada y amordazada por todas las Iglesias cristianas, con toda la fuerza. E incluso no, como habría requerido la humana decencia, contradicha mediante saberes mejores (por otra parte, ¿de dónde habrían podido venir estos, con semejante idea de las ciencias?); ¡mejor frenarla a palazos!
    “San Bonifacio”, el alabadísimo abatidor de robles de Thor [26] – práctica que, llevada a las extremas consecuencias, no es del todo inocua: ¡en el fondo la madera siempre es madera! –denuncia en Roma con el máximo celo y desprecio al obispo Virgilio de Salzburgo; [27] éste, un –nosotros diríamos cultísimo– hombre, había entre otras cosas aceptado que la Tierra, según sus convicciones, era redonda. En la notificación del mencionado sicofante, el Papa Zacarías entonces decidió: ¡si el inculpant [28] persevera en su falsedad, será despojado de sus vestiduras sacerdotales y expulsado de la Iglesia! Lo que entonces equivalía a una forma más suave de condena a muerte; ¡y todo solamente porque el mencionado Viejo Libro habla alternadamente del círculo terrestre y de los “4 ángulos de la Tierra”! [29]
   Galileo tuvo que abjurar sus pequeñas ideas delante del tribunal de la Inquisición – “No es del todo seguro que haya sido torturado”, observa a propósito el historiador cristiano de nariz bastante erudita, ¡como si la sola posibilidad no bastase aún hoy para apretar los puños! Pero Lutero también rechazaba la teoría, vieja como el mundo, erróneamente llamada por nosotros “copernicana”, ya que en la Biblia hay un pasaje en el que Josué hace detener el sol, no la Tierra. [30] Recién en 1882 la Sagrada Congregación del Índice permitió oficialmente imprimir libros que demuestren el movimiento de la Tierra –¡oh, las ciencias siempre han sido tan fuertemente promovidas por estos señores!– Y quien alguna vez se encuentre hojeando el índice de nombres del “Index librorum prohibitorum” católico cree haber caído por un instante en un panteón del espíritu: están allí Kant, Spinoza, Ranke, Schopenhauer, Nietzsche, Goethe –cuando Radbod el Frisón, después de resistir durante décadas, finalmente, por motivos políticos, decidió convertirse en cristiano, y ya estaba con un pie en el agua bautismal, preguntó, escrupuloso, al obispo Wolfram de Sens, dónde terminarían sus antepasados después de la muerte. Cuando el obispo respondió secamente que en el infierno, éste saltó de la pila bautismal gritando: “¡Yo también quiero estar donde terminaron tantos hombres valerosos!” [31]– There's good fellow! [32]
    Lo que el Cristianismo consiguió producir por sí mismo en el campo de la cultura lo hemos visto suficientemente en el llamado milenio de plomo, del 500 al 1500: ¡esos señores tuvieron su gran oportunidad! Qué importancia tendría hoy nuestro mísero indagar comparado con cuestiones escolásticas del tipo: ¿en qué lengua le habló la serpiente a Eva?; o: ¿el hombre hubiese podido vivir eternamente si aquella vez no hubiese comido la fruta?; o, aún peor: ¿cómo se habrían reproducido los primeros hombres si no hubiesen pecado sexualmente?
    Lo que el Cristianismo tenía para dar, especialmente en lo relacionado al origen y ordenamiento del mundo, se lo ve en imagen estrechamente conforme a la Escritura de Cosmas Indicopleustes [33], quien estuvo en auge casi durante un milenio entre los teólogos ortodoxos. O bien, en nuestros días, la obra El Infierno, aparecida en 1905 en Maguncia con la aprobación de la Iglesia católica, del profesor de teología Dr. J. Bautz. (Y que los protestantes la confronten con la Teoría del espiritismo de su Jung-Stilling; las sectas Swedenborg. [34]) Y Cristo sabe explicarlo todo: “Los párpados no se abrirían/ por sí solos mediante los músculos,/ sino que volverían a caer/ –¡ah, presten atención a eso!–/ ¡Qué mísera sería la vida/ si tuviésemos que tomarla con los dedos/ y empujar luego hacia arriba!/ ¡Cuidado, ateo infame!” [35]
    Recapitulando: anacoretas vestidos de pieles, empalados, chillando ristras de dogmas con boca espumante (¡o en el mejor de los casos con aspecto de profesor, llevando frac, que señalan el paso filológico-escolástico), no son aún “buscadores de la verdad”! Y quien, en cambio, sabe decir de Dios “God, Dieu, Deus, Theos, Jahveh o Elohim”, no es considerado un hombre culto; al contrario, ¡es un típico signo de la técnica jesuítica acallar al espíritu con un estudio desmesurado de las lenguas! Cualquier obrero que haya reflexionado en su lengua madre es superior a ese improductivo murmullo de letras.
 
9.    ¿Algo bello? Si nosotros, artistas, hubiésemos dependido solamente de los estímulos y las hipótesis de trabajo del Cristianismo: alturas supremas serían las figuras de Dostoievski, hombres sin Renacimiento, pecaminosos e informes, trolls tricomáticos que caminan sobre las aguas salobres del espíritu, acurrucado en rotten boroughs, [36] y vomitantes residuos sépticos literarios al estilo “TE agradece con el corazón y con la boca/ el pobre gusano culpable./ El aroma de TU cadáver aletea en esta casa,/ TU sangre rocía los corazones...” [37] (¿pero el autor en cuestión habrá alguna vez olido una montón de cadáveres de guerra? ¡Yo sí!)
    Se me podrá reprochar no sólo de ocuparme de poesía, no sólo de apelar al gran hermano Goethe, a él, a quien se oponía tanto la cruz como las chinches, el humo de tabaco, el ajo y los ladridos de perro. [38] ¿Cuánto le dio la Iglesia de comer a los pintores? La respuesta justa nos ha sido suministrada desde hace mucho: “Mientras el divino sentido de Guido, su pincel (que sólo debiera pintar lo más perfecto que mirar se pudiese), te solicita, tienes que apartar horrorizado los ojos de aquellos detestables asuntos, que nunca podrán rebajar bastante las palabras más injuriosas del mundo; y así es todo: se está continuamente en plena anatomía en la plaza del Suplicio. O delincuentes o conversos, criminales o locos; y el pintor, queriendo salvarlos, ya pone un mozo desnudo, ya una linda espectadora en traje de cola. Entre diez asuntos, no existe uno que se hubiese deseado pintar, y este uno no ha osado el artista tomarlo al derecho. Un Juan en el desierto y un Sebastián ¡qué preciosamente pintadas! ¿y qué dicen? Uno abre la boca y el otro se retuerce.” [39] (¡¿Cuánto hubiese podido prosperar la pintura si tantas veces las broncas iconoclastas que duraban siglos no hubiesen hecho que se hundiera la tierra bajo los pies?!)
    ¡Justamente el Cristianismo –a pesar de la “mitología menor” de sus santos, o de todas las leyendas tímidamente fantasiosas que les fueron agregando– en el campo artístico es simplemente no competitivo! No respecto a la plenitud de pensamientos y figuras de la Antigüedad; no respecto al material de la historia o de las ciencias naturales –abreviando: ¡no respecto a la vida tout court, desdeñosamente abandonada e incluso denigrada por él, sino indispensable para el artista (ya que es dada para ser moldeada)!
    (Protesto aquí solemnemente contra la falsa moneda verbal de la “cultura cristiano-occidental” que hoy circula sin tregua. ¡Una “cultura cristiana”, justamente por la difamación de arte y ciencia allí imperante, es una contradicción en sus propios términos! ¡Nuestra cultura occidental, que se apoya en el mundo antiguo y en el Renacimiento, nació en un áspero conflicto con las fuerzas particularmente anticulturales del Cristianismo! ¡Por eso debe ponerse fin a la cascada de sílabas altisonantes y absurdas!
 
10.  Por lo tanto no sólo soy anticlerical –¡eso sin duda!–, sino también anticristiano, o mejor, en sentido más general, ¡antirreligioso! Instituciones que no desdeñan (y no pueden desdeñar) obrar con los medios del fanatismo, de la manipulación de masas, del gran teatro lírico, por lo tanto de la tiranía, por mi parte las rechazo, ¡así como a sus hermanos políticos homónimos! Apoyo sin reservas al viejo, hoy tan ultrajado Iluminismo: la lumière sans phrase! [40]
    Sin embargo nunca llegaría a dañar la propiedad o incluso la vida de un creyente –¡esas prácticas se las dejamos a los cristianos! (“Nosotros, los no creyentes, somos tolerantes”, dijo una vez Nehru con orgullo. [41]) 
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"Qué importancia tendría hoy nuestro mísero indagar comparado con cuestiones escolásticas del tipo: ¿en qué lengua le habló la serpiente a Eva?"
11.   Resumiendo:
     La jerarquía de las tres grandes confesiones cristianas (y también de las innumerables confesiones menores) se sigue alimentando de argumentaciones inadecuadas, apenas suficientes a la clase media intelectual de hace 2.000 años. Desde entonces, con el incremento de cada siglo y en cada individuo, aumenta la irritación gracias a la nefasta divergencia entre la reconocida necesidad de la caridad hacia el prójimo y esas impertérritas y chamanísticas argumentaciones. Un tercio de la culpa de nuestro desesperado cuadro intelectual y político la tiene esa contradicción, que inquieta más y que ha llevado a nobles hombres (Nietzsche), en torturado furor, a denigrar a la compasión misma (el “fundamento de la moral”). [42]
    Ya es tiempo de colocar a la mitología cristiana, con todos sus dioses, semi dioses, profetas, paraísos e infiernos (y por cierto también los recientes aparatos escénicos), allí donde históricamente y en base a su valor le corresponde: vale decir junto a la griega y romana. Etcétera.
    Luego habrá calma dentro y alrededor de nosotros.
  
12.   Mi propuesta: –todos quietos, antes una pregunta: ¿se confronta a un adversario obteniendo del Estado –¡el cual está interesadísimo en el derecho divino de la autoridad!– una censura contra los disidentes? ¿Y en los círculos cristianos nos lamentamos si sucede lo mismo en los países comunistas? ¡La suma de los delitos (y de las prevaricaciones espirituales) hechos en el pasado y hoy por el Cristianismo y aún, recordémoslo siempre, mucho mayor de los de la contraparte! Una religión que aniquiló Estados enteros –los topónimos más comunes en el lejano México son aún hoy “Matanza” y “Victoria”– y que mientras le fue posible en Europa sepultó a 50 generaciones en un sueño del espíritu, merecería que fuera tratada de otro modo.
    Por lo tanto, he aquí mi propuesta: ¿dónde está el Estado occidental en el que también los ateos gocen de plenos derechos civiles? ¿Dónde existe el concepto de “ofensa al ateísmo” como punible en la misma medida en que es actualmente punible la ofensa a Dios? (¿¡o donde los dos hayan sido abolidos!?)
    ¿A quién le preocupa que los eternos repiques de campanas, las oraciones y los coros ofendan a mis oídos? (Y en esto no soy el único, léase a Lichtenberg. ¿¡A nadie se le ocurrió pensar en el hecho de que de nuestras seis grandes estrellas –¡Goethe, Herder, Klopstock, Lessing, Schiller y Wieland: el mundo nunca vio contemporáneamente un espectáculo como ese!–, que de estos seis no hubo ni un católico, y que en cambio tres –¡los mejores tres!– fueron enemigos declarados de cualquier religión positiva; más claramente del Cristianismo!?
    ¿Nosotros, los ateos, somos entonces ciudadanos de segunda categoría? ¿Puede atacarnos cualquier funcionario de traje porque “el enfoque” no le gusta? ¿Dónde están nuestras escuelas ateas oficialmente reconocidas? ¿Nuestra prensa atea? ¿Dónde está nuestra, al menos una, emisora de radio atea? (Mientras que en el éter se exulta diariamente, sin expiación, de miles de estaciones y se ofrecen ininterrumpidamente fragmentos no digeridos de textos bíblicos.) Hay impuestos para el mantenimiento de la Iglesia:¿dónde está la cuota porcentual para el mantenimiento del ateísmo? ¿Por qué en nuestros países, en pleno siglo XX, sigue haciendo falta etiquetar a cualquiera que “quiera progresar” como “buscador de Dios”?
    ¡Por eso, qué incuestionable el ideal del regidor Alessandro Severo [43], en cuya habitación estaban una junto a otra estas estatuas: Abraham, Orfeo, Sócrates, Apolonio de Tiana, Cristo y otras más! Por eso: abolición del concepto de “religión de Estado”; ¡eso oprime a los ciudadanos inteligentes!
 
13.    ¿¿Ateo?? –: ¡¡Por supuesto!!
 
 
 
                                                                    Traducción y notas: Guillermo Piro

Notas

[1] Samuel 15:1 et passim.
[2] “Dios con nosotros” es la frase sobreimpresa en las hebillas estándar del ejército alemán.

[3] La carga del hombre blanco, célebre poesía de Ruyard Kipling escrita en 1899, luego de la conquista de las Filipinas por parte de los Estados Unidos.
[4] En italiano en el original.
[5] El párrafo es un montaje de G.C. Lichtenberg, Aforismos (1795), citado también a continuación.
[6] Génesis 19:32; 37:3 y 41:37.
[7] Samuel 9:2 y 15:10.
[8] O sea David, Ruth 4:17.
[9] Samuel 12:31 y 13:14.
[10] Timoteo 4:13.
[11] Schmidt cita las razones aludidas por el comité de censura que en 1953 prohibió y sacó de circulación el número de la revista literaria Texte und Zeichen, editada por Alfred Andersch, donde había aparecido su Seelandschaft mit Pocahontas (Paisaje lacustre con Pocahontas). La causa por “pornografía y blasfemia” alcanzó no sólo a Schmidt, sino también a Andersch y al responsable del sello Luchterhand, Eduard Reifferscheid.
[12] Ezequiel 16:7; 23:8y 23:20.
[13] Job 40:17
[14] Sentencia latina tomada del comentario de Servio a Virgilio, Geórgicas III, 96.
[15] Secta cristiano-ortodoxa del siglo XVIII, activa en Rusia hasta la Revolución de Octubre.
[16] Los fragmentos del Anónimo de Wolfenbüttel publicados por G. E. Lessing (1778).
[17] Isaías 1:8.
[18] Juan 14:6.
[19] Mateo 7:6 y 15:24.
[20] Juan 21 1-15.
[21] Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres, VIII
[22] Así dijo a los Cruzados el legado papal Arnaldo Amalric, que en 1209 dio inicio al saqueo de Beziers.
[23] Con “Völker, hört die Signale!” comienza el estribillo de La Internacional alemana.
[24] Lucas 14:23: “fuérzalos a entrar”.
[25] Alfred Edmund Brehm (1829-1884) fue un zoólogo y escritor alemán, autor de La vida de los animales (1864-1869), enciclopedia seis tomos muy popular en Alemania.
[26] En 725 el monje inglés Winfrid, volviendo de Roma, donde había sido consagrado obispo Bonifacio por el Papa Gregorio II, abatió un roble consagrado a Thor, el dios del trueno, e hizo erigir en su lugar la primera iglesia.
[27] Monje irlandés, llamado “el geómetra”, fue consagrado obispo luego de la muerte de Bonifacio, con quien se había enfrentado.
[28] Así era designado el imputado.
[29] Apocalipsis 7:1.
[30] Josué 10:12

[31] Sucedió en el siglo VIII durante la evangelización de los frisones (Países Bajos).
[32] “Aquí, un buen tipo” dice L. Carrol en La caza del snark (1876)
[33] Mercader sirio del siglo VI, llamado, justamente, “navegador de las Indias” (a pesar de haber llegado sólo a Etiopía), que escribió una conocida Topología cristiana.
[34] Aún activas, se remiten al sueco E. Swedenborg , que en 1747, luego de una aparición, comenzó a escribir los monumentales Arcana Cœlestia.
[35] De B. H. Brockes, Irdisches Vergnügen in Gott (El placer terrenal en Dios, 1721-48)
[36] Los “burgos podridos” eran en el Reino Unido circunscripciones rurales dominadas por latifundistas, de muy poca población, a las que la Ley de Reforma de 1832 otorga en materia electoral tanto valor como a las que tienen mucha.
[37] De D. Cranz, Historie von Grönland (1770).
[38] De J.W. Goethe, Epigramas venecianos (1790).
[39] J. W. Goethe, Viaje a Italia (1817), carta desde Bolonia del 19-10-1786 sobre Guido Reni.
[40] “La luz y basta”.
[41] J. P. Nehru, Autobiografía (1954).
[42] A. Schopenahuer, El fundamento de la moral (1841). La crítica de Nietzsche en Genealogía de la moral (1887).
[43] Emperador romano del 222 al 235; favoreció el sincretismo religioso.


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