Revista Invisibles
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Año 1 / Número 5 / Diciembre 2013
Cine clásico

Adiós, amigo


El policial francés de los 70 desarrolló un estilo propio a pesar de las influencias del cine negro americano. Rescatamos aquí un emotivo clásico de Jean Herman, con dos figuras rutilantes de esa época: Charles Bronson y Alain Delon. 

Por Jorge Mayer
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A pesar de abrevar de la fuente del cine negro de Hollywood de los '40 el policial francés de los '60 y '70 fue capaz de desarrollar una marca que le es propia. A diferencia del americano, que hacía del policía un héroe absoluto (pensemos, por caso, en Harry el sucio), el francés apuntaba su atención a la figura del villano, revelando desde ese otro ángulo una escala axiológica con matices más diversos, más ambiguos, que los que atañen al mero cumplimiento de la ley.

Los nombres que quedaron asociados a la gloria de aquel cine son Jean-Pierre Melville (director de las inolvidables Le samurai, Le doulos y Le Cercle Rouge) y Alain Delon. Pero también incursionaron en él autores de la talla de François Truffaut (La mariee était en noir), Claude Chabrol (Le boucher) y Henry Verneuil (Le clan del siciliens), entre otros.

Dentro de ese abanico, Adieu l' ami, de Jean Herman, es una interesante aunque casi olvidada pieza que, si por algo llama la atención, es por contar con la participación de Delon junto a Charles Bronson (más adelante coincidirían en Soleil rouge, de Terence Young, junto a Toshirô Mifune y Ursula Andress), dos tipos que a puro carisma supieron llenar la pantalla grande y convertirse en figuras rutilantes de la época. 
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Después de la guerra de Argelia, quiere el azar que se tropiecen en el puerto dos soldados recién dados de baja. Por un lado, Charles Bronson, fiel a la caracterización que lo acompañó durante toda su carrera: aventurero, hosco, representando a un mercenario americano; por el otro, Alain Delon, médico, con la facha de villano gélido que inmortalizó en Le Samurai. Poco sabemos de sus vidas anteriores pero es notorio que la guerra dejó en cada uno una huella diferente: así como el personaje de Bronson concibe a la guerra como un trabajo y ya está pensando en la próxima campaña, el de Delon quiere pasar la página y quitarse de encima los fantasmas que le remuerden la conciencia.

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Delon pretende recuperar su vida y el primer paso es tomar un trabajo que le aparece servido en bandeja: ser médico en los subsuelos de una multinacional. Pero Bronson no cree que un veterano de guerra vaya a ganarse el sustento de un modo que no esté reñido con la legalidad. Desconfía, lo hostiga, lo persigue, olfatea la posibilidad de un golpe. Y aquí comienza la aventura, el duelo entre dos iguales tan distintos. El feriado por las navidades es el telón de fondo que los encuentra a un tiempo socios y rivales en la batalla por franquear la seguridad de la bóveda donde la multinacional tiene a resguardo su tesoro.
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Adieu l' ami es la historia de una amistad hecha de gestos. En ningún momento esa amistad se verbaliza. Por el contrario, el férreo código de lealtad que se forja se da en base a recelos, encontronazos, como si el único modo de resolver los diferendos fuese el agarrarse a trompadas y al mismo tiempo en la certeza de que el otro nunca faltará a ese código, no importa los peligros que lo acechen. 
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Miento. Bien avanzada la película, uno le dice al otro adieu l' ami (adiós, amigo) y esas palabras más que una despedida sentida son una rúbrica: ojalá nunca volvamos a vernos pero si eso quiere la suerte ahí estaremos, espalda con espalda, como en una trinchera de Argelia, como en cualquier guerra.
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Hay un solo momento en que el guión trastabilla y el verosímil pende de un hilo muy fino pero un par de escenas memorables, una dirección elegante y la química de la dupla protagónica ameritan la licencia para redescubrir este clásico.


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